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Memorias de la cocina

La cocina ascética de las clarisas capuchinas

La cocina ascética de las clarisas capuchinas

La vida y la cocina que pude conocer en junio del año 2002, de las hermanas Clarisas Capuchinas, en su impresionante y austera abadía de la calle Jaquotot de Palma, nada tiene que ver con la imagen que a veces se tiene de una cocina conventual plagada de platos refinados. De la mano y la amabilidad de sor Encarnació Obrador Socías pude conocer, sin entrar en las dependencias de la clausura, un modo de vida pobre, impregnado de oración y trabajo "vivimos de limosnas y de nuestro trabajo" y conocer sus usos culinarios habituales, aun cuando la amable monja no era la cocinera y no disponía de un recetario escrito "si lo había, debió de perderse en la última reforma realizada en el convento".

Cada noche cenaban sopas; domingos y festivos comían arroz. Se abstenían de carne los miércoles, viernes y sábados. Los viernes preparaban habas y el sábado fava parada, sin carne, en abundancia, porque obsequiaban con ella a algunos benefactores, casi siempre miembros de la nobleza. Con los sobrantes de las aportaciones de la gente y de su pequeña huerta, criaban dos cerdos al año y algunos corderos. Era tradicional, el día 15 de agosto (la Asunción) un original, pobre y delicioso tombet con migas de pan llamado también de vigilia.

Durante la guerra (Sor Encarnació entró en el convento en 1929), el obispo Miralles les indicó que entregaran las joyas y el oro a la causa nacional.

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