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Tribuna

El coste de la electricidad (I): impuestos y el coste de producción

La energía mareomotriz es un tipo de energía renovable. ll. a.

En la factura de la electricidad de un domicilio particular aparecen tres grandes bloques de coste: el coste de producción, los costes regulados y los impuestos. Lo primero que llama la atención es que pagamos más de la mitad del importe total en partidas que no son propiamente el coste de producción de la electricidad que consumimos, y esto ya da que pensar.

Empezando por lo más fácil, los impuestos, vemos que abarcan el 21,4 % del total, dándose la paradoja de que pagamos IVA sobre una partida de impuestos que figuran en la propia factura, es decir, impuestos sobre impuestos. Empezamos bien€ Además, poca gente dudará de que la electricidad es un bien de primera necesidad, y no sería nada descabellado que se aplicara el IVA reducido, como al agua o residuos, del 10 %. Es decir, que podríamos reducir la factura en un 11 % si se aplicara el mismo tipo de IVA que a los otros suministros o servicios de primera necesidad. El Estado argumentará que necesita esa recaudación, pero puede obtenerla por otras vías menos gravosas para los menos favorecidos.

Las otras dos partidas de la factura se reparten en costes de producción de electricidad, un 38 %, costes regulados, un 40 % (y alquiler de equipos, lo normal en un domicilio, 0,6 %, que obviamos por su poca importancia sobre el total).

En los costes de producción, pagamos no solamente la producción de los kw-h que realmente consumimos, sino también las pérdidas que se generan en la distribución y el transporte desde centrales de producción hasta nuestro hogar, y que no se aprovechan. Estas pérdidas, para los contratos habituales de los domicilios representan, según Red Eléctrica, un 14,6 % de la energía producida. Es decir, que si necesitamos consumir 100 kw-h para alimentar nuestros electrodomésticos, debemos pagar el coste de producción de 114,6 kw-h. Esto representa un 5,5 % del total de la factura. Esas pérdidas, ¿son inevitables? Sí. Pero una parte de ellas, con una buena gestión y dimensionando adecuadamente las líneas y elementos de transporte, podrían reducirse. ¿Cuánto? Con el modelo energético actual más bien poco. Con un modelo más descentralizado, con producción cercana al punto de consumo, con nuevos materiales superconductores y potenciando el autoconsumo, mucho. Por tanto, las pérdidas deberían ser un objetivo importante, porque es energía perdida y no aprovechada.

También pagamos la ineficiencia de nuestros propios equipos. Y ahí sí depende en buena parte de nosotros el disponer de sistemas de iluminación, climatización y servicios domésticos eficientes. Por eso es importante conocer la clasificación energética de los electrodomésticos y actuar en consecuencia, ya que no tienen que ser necesariamente más caros, y sin embargo su uso sí que es más económico, y a la vez, más ecológico, porque requieren menos energía para su funcionamiento. La iluminación también forma parte de nuestro consumo. Actualmente la tecnología LED ofrece para un mismo nivel de iluminación consumos inferiores y duración superior, por lo que son una buena inversión, una vez más, económica y ecológicamente.

El valor que aparece en la factura incorpora todos los costes directos e indirectos de producir y el margen de beneficio del productor. ¿Es esto realmente así o hay sobrecostes no explicados? Consideramos que los costes de producción que figuran son bastante cercanos a la realidad. En todo caso, esa partida es la que se fija en el mercado diario y, por tanto, es la parte no regulada y en la que aplica cierto grado de competencia.

Los costes de producción dependen de la tecnología utilizada para ello y de las instalaciones que se empleen en cada caso. Veamos algunos ejemplos, siempre con valores estimados. Un kw-h producido mediante placas fotovoltaicas cuesta entre seis y siete céntimos de euro. Ese mismo Kw-h cuesta menos de cinco céntimos en el caso de la energía eólica. Un kw-h producido mediante una central nuclear como las que tenemos en España, cuesta unos 5,4 céntimos. Un kw-h producido en una térmica convencional de carbón, como Es Murterar, cuesta entre 5,2 y 6,8 céntimos, dependiendo de la procedencia del combustible; en un ciclo combinado de gas natural, el coste depende en gran medida del precio del combustible, que fluctúa de manera importante, y se sitúa a partir de seis céntimos. Lo mismo podría decirse del fuel, si bien a un coste algo superior. Incluimos los costes de los derechos de emisión de CO2 en aquellas tecnologías que lo generan.

Por otra parte, esos valores corresponden a plantas en proceso de amortización. Si disponemos de plantas ya amortizadas, pero todavía en funcionamiento, el coste de producción desciende porque solamente hay que aplicar costes de explotación y mantenimiento. Por eso hay tanto interés en renovar las licencias de las nucleares y prolongar su vida útil. Lo mismo podríamos decir de las antiguas plantas convencionales de carbón.

Estos costes, en el caso de Mallorca y las islas en general y para las centrales convencionales, se ven incrementados por la dimensión pequeña de las plantas y por el sistema en sí mismo. No ocurre lo mismo en el caso de fotovoltaicas, cuyo coste depende de las horas de sol (o viento en caso de la eólica).

Además de lo anterior, el sistema eléctrico español está interconectado con el resto de la UE a través de Francia, por lo que existen intercambios.

Podemos concluir en cuanto a los costes de producción que el precio refleja bastante bien el coste actual. No obstante, ya podemos señalar que los costes de producción reales (sin subvenciones de por medio) de las fuentes renovables son competitivos, y que podríamos reducir notablemente la factura si se aplicara el IVA de bienes de primera necesidad, y se mejorara en tecnología de producción y distribución, así como la eficiencia de los equipos domésticos.

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