–´Un Dios salvaje´: ¿una obra difícil, divertida o indescifrable?

–Indescifrable no, pero sí que es clara y divertida, una obra que después de verla te hace pensar y con la que te preguntas cuál de sus personajes hubieras sido tú.

–¿Sobre qué te hace reflexionar?

–Sobre la conducta humana y el dios salvaje que todos llevamos dentro. Cuando te tocan a un hijo, te quitas la máscara.

–Dígame cuál es la gran virtud de Yasmina Reza.

–Escribe poniendo el dedo en la llaga. Para un actor es un chollo hacer una obra suya. Dibuja los personajes al milímetro.

–Presente al suyo.

–Hago de mosquita muerta, un tipo de mujer que me produce risa. Son las peores.

–Si todos tenemos un monstruo inconfesable en nuestro interior, ¿cómo consigue saciar el suyo?

–Los seres humanos estamos hechos de mil historias. Hay gente que tiene un gato dentro, con una violencia incontenible; y otra que es pacifista, dialogante. A mí es muy difícil verme perder los papeles.

–Solo cuando...

–Solo por la injusticia perdería los papeles, ante el mundo maltratador. Soy cero violenta, pero siempre estaré a favor del débil.

–¿Tiene algo de Blancanieves?

–Ya no me acuerdo del cuento. ¿Es la de los enanitos, no? Yo nunca me perderé en el bosque. Conozco mi camino. En la película haré de madrastra, de mala, pero todavía es pronto para hablar de este proyecto cinematográfico.

–¿Aitana Sánchez-Gijón es un rival a su altura?

–Aitana es una caña, una compañera alucinante. Su personaje es repelente, cree saberlo todo.

–¿Por qué han prorrogado meses y más meses esta obra?

–Un Dios salvaje es la felicidad de mi vida. El próximo 2 de octubre hará un año que la estrenamos. Todo ha sido una maravilla. Con esta obra Aitana ha dejado de tener miedo escénico. Dijo que solo podría representarla tres meses, pero nos lo pasamos tan bien que decidimos seguir. Ahora ya estamos de vuelta, faltan tres bolos para acabar la gira. Cuando se acabe necesitaré un psicólogo. Es un engache tal...

–¿Qué le ha aportado?

–Por encima de todo destacaría la parte humana. Hemos conseguido una complicidad entre todos que será para toda la vida.

–Se le resistían los galardones, pero intuyo que el Premio Nacional de Cine no le ha cambiado la vida.

–Nada cambia mi vida. Reciba más o menos premios, siempre seguiré hacia adelante. Desde luego que es un premio que me llena de satisfacción. Me ilusiona la idea de recogerlo el próximo 19 de septiembre en San Sebastián.

–¿Alguna vez ha sentido inquietud por no trabajar?

–Sí. Pasé dos años y medio de sequía. Fue como una travesía por el desierto.

–¿Cómo superó la crisis?

–Me agarraba a mi pareja y a la gente que quiero. También a mi carácter. Siempre trato de ser más positiva que nadie. No hay que luchar contra lo inevitable, solo por lo que creas que puedas conseguir, por aquello factible. No soy una mujer emprendedora, estoy acostumbrada a que me contraten.

–¿Cree en Dios?

–No soy religiosa y si Dios existe es un salvaje, con el mundo que nos ha dejado.

–Francis Ford Coppola es lo más parecido a un dios.

–Coppola es modesto. Me ha enseñado que cuanto más importante eres, de un modo más normal tienes que comportarte. A Coppola no le van las poses de engreimiento. Como dice Vargas Llosa, un hombre no tiene derecho a estar por encima de otro a no ser que sea para ayudarle a levantarse.

–¿Se han derrumbado sus temores hacia Hollywood?

–No eran temores, sino inapetencia, falta de ambición. Hollywood no me interesa, a no ser que exista un buen proyecto.