La edad le pesa menos que el "humanismo" a Guillermo Mordillo (1932), una actitud que le "invade de forma muy intensa". Y que deja verse en su obra más reciente, que parece la misma, pero que no lo es, ahora pintada en acrílico y pastel, de epidermis más gris. "Es posible que con el tiempo me haya vuelto más sensible al sufrimiento de este planeta", reconocía ayer en el Casal Solleric, una permeabilidad indispensable para poder ejercer el chiste. "El humor es la ternura del miedo; en un mundo feliz sería innecesario", aseguró el argentino, un agridulce –y favorito– alegato que reincidió para los muchos que acudieron a despedir con él su segunda retrospectiva en Palma; un encuentro que se repite cada veinte años, y que se aún se puede visitar hasta pasado mañana.

"Mi mejor discurso está colgado en las paredes", aseveró Mordillo, ayer Guillermo, una informalidad permitida para todos. Así, dibujadas, sus palabras cuelgan en los muros del Casal desde el pasado 18 de junio, casi doscientas piezas que resumen una trayectoria tan "impulsiva" en las ideas como "milimétrica" en su realización. "No soy un intelectual, trabajo lo que tengo ganas de dibujar", redujo sus intenciones; ahora una jirafa, ahora un galeón, ahora dos enamorados narizones que se aman blanquitos. Las interpretaciones, siempre, se las ha dejado al espectador, el que decide cuánta política o denuncia caben en sus piezas. Él lo descubre después.

Guillermo Mordillo es "quizás" y "en el fondo", un "payaso". Se lo reconocía así a Florentino Flórez, conductor y entrevistador del acto. Y, junto a Joan Roig, el comisario de una exposición "demasiado bien hecha", palabra de un protagonista "apenado" por tener que desmontarla. Las preguntas del especialista en la viñeta descubrieron las "casualidades" del dibujante, que reconoció, por ejemplo, haber prescindido de la palabra en sus trabajos porque no sabía el francés que se hablaba en el París que le brindó su gran oportunidad, ya con cuarenta años."Nunca pensé que me ganaría la vida con ello. En ningún momento he actuado con premeditación. Me he limitado a hacer mi trabajo lo mejor posible", resumió, derivando a las "ganas" el secreto de un éxito que no le dio la publicidad que también trabajó. "Mucha gente sabe leer y escribir, pero poca lee y menos escribe. Se trata de tener ganas de hacerlo", trasladó universal.

Con el paso de lo minutos la charla dejó de ser cosa de dos. Decidió sumarse el público, intrigado por cómo pinta y colorea su Guillermo. O porqué en la revisión de sus trabajos algunas de las chicas han pasado de estar desnudas a llevar faldilla. O por cuántas ideas acumulan sus cuadernos de ideas, ya con más de cuatro mil pensamientos. "No sólo no estoy peleado con la línea recta, sino que creo que no existe", respondía a otro. "Cada uno de nosotros es el principio y fin del infinito", matizó su negación. "Todo vuelve", como su obra al Solleric, tal vez dentro de dos décadas más.

Finalizadas las confesiones, y tras rendirse a la inspiración que encontró en Buster Keaton, Disney o Roberto Fontanarrosa, Mordillo firmó a los que fueron a verlo, que sujetaban el catálogo de la muestra como si la vida les fuera en ello.