La mallorquina Luisa del Valle ha vivido entre Oriente y Occidente, entre Nueva York e Irán, creando joyas que no pasan de moda porque bucean en los orígenes de las culturas. Hace dos años y medio y casi por casualidad abrió una tienda-taller en Barcelona, donde además de seguir creando joyas enseña a sus alumnos el oficio de la orfebrería.

- ¿Trabaja al margen de modas?

- Intento ser original al modo de Gaudí, yendo a los orígenes, no buscando crear modelos absolutamente inéditos. La belleza no pasa de moda, aunque hoy tenemos muy poco tiempo para darnos cuenta de eso.

- ¿Por qué se instaló en Barcelona?

- Suelo decir que no creo en los milagros, pero dependo de ellos. Justo después del 11 de septiembre, me encontraba en Estados Unidos, en Washington, donde viví toda la psicosis del ántrax. Había tal estrés por el exceso de seguridad que una amiga me invitó a pasar unos días a Barcelona. Poco después decidí pasar tres meses. Y finalmente abrí una tienda taller, donde este año celebraré mis bodas de plata como orfebre. Fue una aventura, y a mí lo que me interesa de la vida son las aventuras.

- ¿Hacer orfebrería puede considerarse hoy un milagro?

- Lo es. Y para mí es una gran suerte poder trabajar en lo que me gusta en los tiempos que corren, en los que cada vez menos gente crea con las manos. Es muy importante que se valore lo que un ser humano puede hacer artísticamente. Me gusta mi oficio porque me permite trabajar directamente con fuego, metal, aire y agua en un proceso alquímico.

- ¿Qué relación establece con sus clientes?

- Intento que sea una relación de complicidad, que su gusto se mezcle con el mío. Nunca aconsejaré a nadie una joya por muy cara que sea si no le queda bien. Para mí es muy importante la historia de cada pieza, una moneda, una piedra antigua o una moderna pero con un tallado especial. Puedo reconocer todas las piezas que he creado a lo largo de mi vida, porque tienen mucho de mí.

- ¿También hablan sus joyas de su experiencia entre Oriente y Occidente?

- Soy una persona muy curiosa, pienso que la curiosidad es un antídoto contra la ignorancia, un modo para acercarse a las diferentes culturas. Viajar es bueno para aprender, pero si lo haces a la carta, de nada sirve. Para conseguirlo, hay que mezclarse con los habitantes de cada país y vivir como ellos. Pero además de eso, estudiar joyería arqueológica fue muy importante para desarrollar mi carrera.

- Cada vez que regresa a Palma la encuentro contrariada con los cambios que encuentra en la ciudad.

- Es que mis orígenes son lo que me identifica. Y no todo el mundo tiene memoria. A veces me llaman romántica por ello o me dicen que me he quedado en el mayo del 68. Sin embargo, siento que la gente joven vive en una cultura de la gratificación inmediata, en una ignorancia cultivada. En mi taller, por ejemplo, sólo tengo alumnos extranjeros. No sé si con tanto diseño nos hemos olvidado de que el que ejecuta las piezas es el artista orfebre.

- Cuando enseña, ¿siente el orgullo de poder transmitir lo aprendido?

- No tengo ese ego. Pero pienso que el mundo siempre se recicla, que mis piezas serán heredadas y que en el futuro una minoría las apreciará. Ya te he comentado que a veces tenía ideas muy románticas.