El CES que desde hace cincuenta años se celebra anualmente en la ciudad norteamericana de Las Vegas es posiblemente el mayor evento de electrónica de consumo del planeta. El la faraónica ciudad del pecado, donde todo está pensado por y para el entretenimiento humano y donde todo es grande -muy grande-, el encuentro tecnológico por excelencia llevaba años con intervenciones y presentaciones por parte de las distintas marcas del sector de la automoción. Pero ha sido 2017 el año en el que la industria de las cuatro -y de las dos- ruedas ha tomado el control.

Este ha sido el año en el que las grandes corporaciones del motor se han unido a sus homónimas tecnológicas. Alianzas anunciadas el pasado año han empezado a dar sus frutos, en forma de prototipos ya operativos, en el CES de este año. La razón por la que se han ido produciendo estas alianzas, y de las que ya hablamos en estas mismas páginas a lo largo del pasado año, se podría definir con un castizo refrán: "zapatero a tus zapatos".

La culpa es del vehículo autónomo, el que se conduce solo y sin necesidad de intervención humana.

Las marcas automovilísticas, pese a su poderío financiero e industrial, carecen de los conocimientos técnicos para desarrollar una tecnología tan disruptiva e innovadora. Y sí, ese conocimiento se puede adquirir con el tiempo, pero esto ya es una carrera contrarreloj. El que dé primero, dará mil veces. Es por ello que alianzas como la de BMW con Intel, la de BlackBerry con Ford o la de Audi con Nvidia no solo son inteligentes, sino que van camino de triunfar y llegar a la meta antes que el resto.

En el CES de este año hemos visto, probado y subido en coches que circulan solos sin necesidad de tocar el volante y precisamente BMW e Intel han anunciado que para este año pondrán en circulación 40 vehículos autónomos en condiciones de tráfico real en ciudades estadounidenses y europeas.

No cabe duda alguna: los vehículos que vienen ya son más un dispositivo electrónico que un coche.