Hoy domingo finaliza el mundial de MotoGP con la disputa del GP de la Comunitat Valenciana en el circuito de Cheste. Pero termina algo más que otro mundial. Termina una era. Termina la era de un incomparable piloto mallorquín llamado Jorge Lorenzo en la todopoderosa Yamaha, una de las escuderías más laureadas en la historia del motociclismo. Y el final, como en cualquier ruptura, no ha sido como debería.

Lorenzo, el piloto que terminó con otra era, la de Valentino Rossi -le ha derrotado en todos los sentidos- se marcha tras nueve años en la escudería que le vio crecer como piloto, y Lorenzo se marcha cansado de desaires, desprecios y malos tratos por parte de una escudería que en los últimos años solo ha ganado títulos con el mallorquín.

Pero también empieza una nueva etapa, ilusionante y, por qué no decirlo, aventurera. El mallorquín se marcha a Ducati, una escudería pequeña, familiar y casi artesanal pero que tiene detrás una de las estructuras de competición más importantes del planeta: Audi Motorsport. Desde que la marca de los aros comprara la italiana por 860 millones de euros en 2012, la evolución de la Ducati de competición ha sido vertiginosa e imparable. Pese a no contar este año con ninguno de los más punteros pilotos de la parrilla -solo hay tres-, Ducati Corse se ha llevado este año podios y victorias, en una suerte de antesala de lo que se encontrará Jorge Lorenzo el próximo año en Ducati: una moto ganadora.

El martes, en el circuito Ricardo Tormo de Cheste, en el que estaremos presentes, Lorenzo se subirá por primera vez a su futura Ducati, y pese a que no somos dados a las predicciones, ahí van dos: Jorge Lorenzo será de los más rápidos y el sexto mundial será con Ducati.