A mí se acerca un tipo con un dodotis en el culo para seducirme y no lo dejo ni que abra la boca. A mí se acerca un tipo con un cilindro de gomaespuma y me invita, para hacer ver que tiene una imaginación desbordante, a darnos hostias mientras saltamos, porque así nos conoceremos mejor, y le pongo un cucurucho, la túnica, le planto una vela, lo descalzo, y lo pongo a cantar saetas a dos pasos de la radiación nuclear de Fukushima, o lo obligo a no perderse ni un mitin de Francisco Camps si es de los socialistas, o de José Blanco si se pirra por los populares. A mí me viene un tipo para decirme qué ojos más lindos tienes y me suelta un ripio sobre el camión que me llevará a tu corazón en esta canción que sale de mi esternón, y me como sus criadillas regadas con un chianti, que tendré al frío sobre una cubitera helada colocada en sus testículos. Claro que si yo fuera él, y después de hacer esos teatros, ella me mirara con cara de asco y me sacara un letrero que dice "no me interesa", y me echa una sonrisa displicente, me arranco de un puñado el dodotis y le enseño la martingala para que vea que hay donde dar bocados. Ni quito ni pongo. Es la mecánica de Tienes un minuto. Un plató. Cinco señoritas en busca de novio. Un montón impreciso de maromos en busca de chati. Y una presentadora que sabe de estas cosas de amores amañados pasados por televisión, Luján Argüelles. Y por supuesto una cadena, Cuatro.

En un minuto, que en televisión, como sabemos desde chicos, el tiempo es oro, hay que seducir a la chica. Claro que, al mismo tiempo, en un minuto atroz, incluso en menos, puedes hacer el ridículo a ojos vista de tus amigos, de tu familia, de tus enemigos y, lo que es peor, de ti mismo.

Cada tarde, supongo que ayudados por los guionistas, refinados torturadores de nuestra sociedad, tan invisibles que parecen no existir y con una habilidad extraordinaria para que parezca que todo surge así, sin más, sin que una mano trace lo que veremos en casa, estos chicos se dejan hacer. Lo mismo se visten de boxeadores, que llegan en bañador y se tiran en el suelo del plató con unas toallas, invitando a las chicas a tumbarse porque así ven la vida, relajada, sin preocupaciones, pero las chicas, que lo mismo te ríen una gracia que nadie entiende, que te ponen cara de ajo cuando creías que todas, a la vez, te tirarían el sujetador a la cara, se dan la vuelta, sacan la temible cartela, "no me interesa", y envían al maltrecho seductor a la cinta transportadora, que los retirará del plató como se retira un pescado que Karlos Arguiñano ha desechado por pestoso.

La desvergüenza como valor

A estas alturas de programa, después de una larga semana de rodaje y con las cartas bocarriba, es decir, con las claves del juego conocidas, Tienes un minuto es en Cuatro lo que en Telahinco es Mujeres y hombres y viceversa. Pero menos guarro, menos vulgar. En el minuto que Luján da a sus chicos a la orden de ¡que ruede la cinta!, lo más que esos chicos hacen, siendo mucho, es el capullo, y por eso acarrean el atrezzo de la puesta en escena de su ingenuo, que no ingenioso, teatrillo. Los musculados y las repitandas de Emma García son faramalla hueca rebuscada en las chatarrerías de las agencias de modelos, aspirantes a famosillos que sueñan con dar el salto y ocupar, como merece su vacuo cerebro, algún sillón vociferante y zafio donde se precisa desparpajo y mucha desvergüenza.

No es casual este Tienes un minuto diario en Cuatro. Si nos fijamos dónde va encajado, es fácil entender a quién se dirige, y por qué. Cuatro y Telecinco hoy en día maman la misma leche, es decir, la misma mala leche, una leche podrida y tóxica. La mano sucia de Paolo Vasile está detrás. Telecinco, dirigida a un sector de audiencia nada exigente, a lo más rastrero de la sociedad, a esa que consume su vida con salpicaduras bajunas y pestosas, un sector vulgarizado y ordinario que no se siente humillada con emisiones de tremendismo primitivo programado para no pensar. Cuatro, dirigida a un sector juvenil al que se le supone tres dedos mal contados de frente, un sector que consume banalidad y lacia diversión, torticero entretenimiento, inane alimento espiritual. Veamos. Empieza la tarde con el absurdo despliegue de saltos, gestos, risas de lelo, comentarios de crío sin formar, en Tonterías las justas, esa televisión cretina de castillo de naipes sin cimientos, segura de que en los zangolotinos Florentino Fernández y tropa, la infantilizada grey se reconoce. Sigue el mentado Tienes un minuto, donde jóvenes del montón, flacos, más gordos, sin resabiada estulticia se echan unas risas buscando a chicas del montón, sin esculpidos cabellos, sin caritas de zorrilla de polígono, y culmina la tarde con ¡Allá tú!, donde Jesús Vázquez oficia otra ceremonia dirigida al mismo público, ese que vuelve a divertirse haciendo payasadas al comienzo del concurso.

El ingenuo rucio

Se ponen gafas extravagantes, sacan la lengua, saltan, lucen pelucas de cotillón, tiran besos al escuchar su nombre, simulan desmayos, es decir, ¡Allá tú! tiene más sentido en la nueva Cuatro que en la sin remedio Telecinco, y forma parte natural de una parrilla vespertina dirigida a una audiencia acostumbrada a compartir idioteces como moneda corriente. Y cómo no, la función se corona por la noche a lo grande, con la madre de todas las pamemas que tanto entretienen a los críos, El hormiguero, que resume como pocos el espíritu de laxitud intelectual que con magisterio defiende Pablo Motos. Es la celebración de la nada por la nada con mucho estruendo y algarabía. En Telecinco, la crápula y soez hermana mayor, se pueden leer mensajes de este calibre, "a Humberto en la cama le gusta ponerse un arnés con un consolador –dice Camila sobre su expareja–". En Cuatro eso no se estila. El nuevo rollo de la cadena lo simboliza Tienes un minuto. Cuatro es una enorme, descomunal, bien engrasada cinta transportadora donde ruedan demasiados fatuos y bobalicones programas para ingenuos rucios de buen rollito.

La ginda

Detalle para los fieles seguidores de La República, que lunes cerraba con éxito su primera temporada en La 1. ¿Quién se dio cuenta, o a quién le llamó la atención, que cada vez que aparecía cantando en su tugurio Marta Belaustegui lo hacía, sin fallar, con la misma canción y la misma coreografía? Es el típico detalle que deberían tener sus seguidores en facebook. A ver si los guionistas lo solucionan en la segunda temporada.