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Secuestros virtuales

La peligrosa estafa que no distingue entre ricos y pobres

Nuestro país está sufriendo desde hace varias semanas una oleada de supuestos secuestros infantiles en los que la tecnología ocupa un triste e importante papel.

La peligrosa estafa que no distingue entre ricos y pobres

"Tenemos a tu hijo en nuestro poder. No llames a nadie, no avises a la policía y escucha con atención o mataremos a tu hijo." Con estas aterradoras palabras se iniciaba para Luisa, una joven ama de casa y madre de dos niños, la que podría haber sido la más terrible de las llamadas telefónicas que jamás había recibido. De fondo, una voz infantil difícil de identificar, llamaba incesantemente a su madre entre sollozos y lloros.

La llamada en cuestión era en realidad una de las muchas que se han hecho a lo largo de las últimas semanas a diferentes números fijos a lo largo de la geografía española, y que son parte de la que va camino de convertirse en una de las más crueles estafas telefónicas que nunca se han visto en nuestro país, ya que se aprovechan de uno de los mayores miedos de cualquier padre: la pérdida de un hijo. Según Juan Alcolea, inspector jefe del Equipo Nacional de Negociación de la sección de Secuestros y Extorsiones de la Policía Nacional, "el 90% de los casos se están produciendo en Madrid, pero ya hemos tenido conocimiento de casos en Valencia, Zaragoza y Valladolid".

La actual es la segunda oleada de lo que ya han pasado a denominarse secuestros virtuales. El rapto, en realidad, nunca llega a producirse, pero la pericia de los delincuentes unida a la tensión provocada por la situación están causando estragos.

La mecánica de este engaño tiene una sofisticación poco común. Los estafadores llaman aleatoriamente a números de teléfono fijos. No se busca un perfil concreto, ni tan siquiera una posición social elevada, por lo que adie está a salvo de este engaño. Tras descolgar el teléfono y escuchar la terrorífica frase que te informa de que tu hijo ha sido secuestrado, se pone en marcha una carrera contrarreloj en la que los supuestos secuestradores intentan en todo momento mantenerte ocupado y que pagues el rescate. Tras solicitar a la persona estafada su número de móvil, los supuestos secuestradores bloquean ese número para evitar que se pueda llamar a la policía o a algún familiar.

Continuamente se juega con el miedo del interlocutor, y cualquiera que sea la cantidad de dinero obtenida, es dada por buena. Según el inspector Alcolea, "no hay un patrón elaborado para realizar las llamadas ya que son realizadas al azar, pero sí hay una gran elaboración a la hora de interpretar y de actuar". Esa maestría del engaño hace que las víctimas lleguen a dar mucha información sin percatarse de ello. Nombres, direcciones y números de teléfono son averiguados sutilmente por los estafadores, y es entonces cuando llega el momento de obtener el botín.

Una vez se ha caído en sus redes, gracias a la información que el propio afectado ha facilitado sin darse cuenta, le solicitan el rescate. Por norma general la cantidad solicitada es de 10.000 €, pero el rescate se ve reduciendo en función del poder adquisitivo de la víctima. "Los delincuentes llegan a rebajar sus pretensiones económicas lo que haga falta. Con que paguen 1.000 o 2.000 € ya les va bien" afirma el inspector Alcolea.

Y en este caso la tecnología es más un aliado de los estafadores que de los estafados. Al tener acceso a internet, los delincuentes pueden indicar en tiempo real a las víctimas de la estafa dónde dirigirse para realizar la transferencia del dinero, que gracias también a la tecnología, se hace y recibe en cuestión de minutos. En todo momento da la sensación de que la víctima está siendo vigilada. Plataformas como Google Street View, capaces de mostrar casi cualquier calle del mundo, pueden hacer de guía para los delincuentes, quienes hacen creer a la víctima que están vigilando desde esta o aquella esquina.

Pero la realidad es que se encuentran a miles de kilómetros. Las pesquisas policiales han descubierto que la mayoría de estas llamadas son realizadas desde cárceles chilenas por delincuentes de aquel país. Y aunque este tipo de estafas es habitual en gran parte de sudamérica -en Argentina es una práctica muy conocida desde hace años-, en España es algo relativamente nuevo.

Luisa fue afortunada: la llamaron en el momento en el que sus hijos estaban merendando en la cocina y simplemente colgó, pero más de un centenar de familias españolas ya han sufrido el denominado secuestro virtual.

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