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Un clásico

El siglo de la desolación

Alianza Editorial presenta la obra señera de Thomas Stearns Eliot en la edición que durante cuarenta años fue traduciendo y anotando el poeta mexicano José Emilio Pacheco, con una presentación diáfana de Luis García Montero

El siglo de la desolación

Los Cuatro cuartetos (1943) de Thomas Stearns Eliot (St-Louis, Missouri, 1888 - Londres, 1965) marcan un momento clave en la poesía en inglés del siglo XX y suponen una impronta de influencia en toda la poesía del momento y posteriores secuelas. La figura del escritor constituye un ejemplo de universalización de temáticas y estructuración del lenguaje que vehicularán estas influencias en todos los ámbitos del género poético, con sus precedentes y consecuentes resultados que constituyeron las vanguardias culturales en sus diferentes aspectos (literatura, artes plásticas o música) y definieron el controvertido siglo pasado de las dos guerras mundiales y de los avances de la ciencia y de la técnica. La edición bilingüe ahora presentada contiene los cuartetos "Burt Norton", "East Coker", "The Dry Salvages" y "Little Gidding", con las extensas notas de José Emilio Pachecho (Ciudad de México, 1939 - ib. 2014) y una extensa cronología y bibliografía que sitúan al poeta en el contexto de la época y su significativo protagonismo en el agitado mundo literario del momento.

Eliot, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1948, siguió un periplo similar a su paisano Henry James. Afincó en el Londres de 1915, nacionalizándose inglés, y se volcó en la editorial Faber & Faber hasta su muerte en 1965. En 1922 publica La tierra baldía, que ya marcó un ejemplo a seguir por otros poetas de las diferentes vanguardias del momento, sobre todo en la Europa de entreguerras y con los signos de bendición del otro poeta americano de la rebeldía, Ezra Pound.

La crítica le ha adjudicado a Eliot una influencia simbolista y un imaginario metafórico y metafísico con un repetitivo uso de duplas que alternan lo real con lo irreal y fantástico, mundos desolados teñidos de desesperanza y melancolía con un hombre-personaje aniquilado y a la vez contradictorio, que clama tanto por el horror como por asideros existenciales, luchando por esas alternativas que se hacen obsesivo-compulsivas a lo largo de los cuartetos: "Ajo y zafiros en la greda / traban el eje de la rueda". Y lo plasma el estadounidense en una naturaleza destrozada en "avidez, por los metálicos caminos / del tiempo pasado y del tiempo futuro", regresando a los espacios temporales: "...viento que entra y que sale de pulmones malsanos, / tiempo antes y tiempo después". Asimismo, se reafirma el poeta en un "mundo sin mundo que no es mundo, / tinieblas interiores, privación / y despojo de toda propiedad". Y tanto en el primer cuarteto ("Burt Norton") como en el segundo ("East Coker") reitera la futilidad de la vida ("El tiempo pasado y el tiempo futuro, / lo que pudo haber sido y lo que ha sido...") y lo compendia en un reclamo historicista ("En mi principio está mi fin"), invertido en la coda: "En mi fin está mi principio".

En "The dry salvages" recurre a una divinización de la naturaleza devastada ("No sé mucho de dioses, pero creo que el río/ es un dios pardo y fuerte...") y le atribuye características contrapuestas - "Hosco, intratable, indómito, /paciente hasta cierto punto..." -, insinuando imágenes más apacibles, en busca de emociones: "El acceso de distracción / que se pierde en un rayo de sol,/ el tomillo silvestre no visto / o los relámpagos de invierno / o la catarata o la música tan profundamente escuchada". Mientras, en el último cuarteto "Little Gidding" persiste en esa búsqueda emocional ("Si vienes por aquí en mayo, / cuando florecen los espinos, /encontrarás setos vivos / blanqueados otra vez con voluptuosa dulzura"), como queriendo compensar la ruina y la desolación.

Concluye TS Eliot en una coda de esperanza y dicha, al subrayar que "todo irá bien y toda clase de cosas saldrán bien / cuando las lenguas de la llama se enlacen / en el nudo de fuego coronado / y la lumbre y la rosa sean una". Y con ello, las coordenadas existenciales de este magnífico poeta, que se marcan por las alternativas dobles (tiempo-espacio, tiempo-tiempo, concentración-eliminación, pasado-futuro o cielo-condenación) y salpican el transcurso de estos "cuartetos que la carne no puede soportar". El poemario, que deviene clásico de uno de los poetas más representativos del siglo XX, está espléndidamente servido por José Emilio Pacheco, otro de los poetas fundamentales

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