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Ensayo

La libertad y el pluralismo de los valores

El poder de las ideas, las aportaciones del pensamiento de Isaiah Berlin en sus ensayos escogidos

I. Berlin.

Hace unos cuantos años, leí en una entrevista realizada a Andrés Ortega Klein que cuando, siendo un muchacho, su padre, el editor José Ortega Spottorno, observó que estaba leyendo El Rojo y el Negro, exclamó: “¡Qué envidia me das! ¡La primera vez que lees a Stendhal!”. Esta anécdota me la recuerda el prólogo del filósofo Avishai Margalit al libro de Isaiah Berlin El poder de las ideas. Ensayos escogidos (Ed. Página Indómita, Barcelona, 2017). Dice, en efecto, Margalit que “esta colección de ensayos está escrita por un hombre de una brillantez apabullante, por un espíritu libre cuyas ideas poseen un poder irresistible. Envidio a aquellos que todavía no los han leído. Les espera un festín”.

Comparto sin reservas el entusiasmo del prologuista. Conviene precisar, no obstante, que los textos reunidos aquí por Henry Hardy (compilador y difusor de la obra dispersa de Berlin, que es prácticamente toda, ya que su único libro, la biografía de Marx, era en realidad su tesis doctoral) tienen un carácter propedéutico. Hardy se propuso editar un volumen que contuviera los escritos berlinianos más breves y más accesibles para el lector general. Ello no significa, se apresura a añadir en su “introducción del editor”, que Berlin escribiera alguna vez textos de difícil comprensión; de hecho, uno de los grandes atractivos de su obra reside en su incapacidad para escribir con la opacidad del especialista. Además, como señala su biógrafo Michael Ignatieff, Berlin tenía talento para la síntesis, no para el estudio erudito; para el ensayo, no para la monografía.

Isaiah Berlin (Riga, 1909-Oxford, 1997) fue un gran historiador de las ideas y filósofo político. Según Ignatieff, un amigo le dijo en una ocasión a Berlin que se había topado con un verso del poeta griego Arquíloco dotado de la elegancia y el misterio de un haiku japonés: “El zorro sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una única cosa grande”. Pues bien, esa cosa fue, en el caso del erizo Berlin, el tema de la libertad y de la libertad traicionada. Y para Berlin liberar al hombre significaba liberarle de obstáculos -prejuicio, tiranía, discriminaciónpara ejercer su propia y libre elección. En modo alguno significaba explicarle cómo utilizar su libertad. Dicho lo anterior, de todos los temas por los que Berlin se interesó y en los El poder de las ideas, las aportaciones del pensamiento de Isaiah Berlin en sus ensayos escogidos que realizó aportaciones relevantes (bien representados en este libro), me quedo, a efectos de la presente reseña, con el del pluralismo e intensidad de los valores. Escribía Berlin que algunos valores fundamentales son compatibles entre sí, pero otros no. La libertad, en cualquiera de sus sentidos, es un ideal humano permanente, individual o social. Pero la libertad perfecta resulta incompatible con la igualdad perfecta, y viceversa. Cuando los valores son incompatibles, no todos pueden hacerse realidad y es necesario elegir, aceptando pérdidas trágicas cuando se persigue un fin determinado. Si esto es verdadero no sólo desde el punto de vista empírico, sino también desde el conceptual, entonces la idea de un mundo perfecto es incomprensible, incoherente. Tomemos el caso de los enciclopedistas, los marxistas y los demás movimientos que buscan la vida perfecta. Parece que la doctrina que propugna todo tipo de crueldades monstruosas, dado que sin ellas no puede alcanzarse ese estado ideal de cosas (todo lo que ha hecho que el siglo XX sea quizás el más terrible desde la Antigüedad, al menos en Occidente), no ha servido para nada, porque el mundo perfecto no sólo es inalcanzable, sino también inconcebible, y cuanto se ha hecho para alcanzarlo está basado en una gigantesca falacia intelectual.

Mientras haya quienes creen en las reformas radicales en el nombre -falsamente invocado- de la ciencia, la razón y la observación imparcial de la naturaleza, los hombres seguirán siendo sacrificados a teorías y abstracciones; una forma de idolatría, y de sacrificio humano, más fría y destructiva que los delirios de otras épocas, y a causa de la cual las futuras generaciones, con incredulidad e ira, condenarán justificadamente a nuestro tiempo. En suma, un libro de primera.

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