Diario de Mallorca

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Narrativa

En lo más crudo del invierno

Una novela dura, realista, sin concesiones, entre los hielos del Círculo Polar Ártico

Fotograma de la película ´En el corazón del mar´, sobre relato de Nathaniel Philbrick.

Durante los días de luz breve de las Navidades, con sus tardes eternas, los últimos seres humanos que todavía prefieren perderse en la intimidad de un libro, suelen echar de menos la magia de un relato intenso que alimente su imaginación y calme las turbulencias que causaron los turrones en su estómago. Y si las jornadas son desapacibles, no está de más que el libro en cuestión invite a la confortabilidad, al disfrute de ese rincón de la casa elegido para rendir culto a la amenazada galaxia de Gutemberg. La sangre helada, de Ian McGuire (Roca Editorial, 2016), reúne muchas de las condiciones para colmar algunas horas de lectura invernal. A medio camino entre la novela de aventuras y el thriller, la trama de La sangre helada nos conduce a bordo de un ballenero que sale del puerto de Yorkshire, en 1859, con rumbo hacia las aguas de Groenlandia, para llenar sus barriles con la grasa de los cetáceos y las focas que habitan en los témpanos. Una aventura, a muchos grados bajo cero, que nos hace apreciar más el calorcillo del salón y la paz reinante en el hogar. Sobre todo porque en el Volunteer, el barco comandado por Brownlee, un capitán con mal fario, se ha enrolado un asesino brutal, Henry Drax, con marcadas inclinaciones pedófilas, que tiene en las oscuras bodegas de la nave un territorio de impunidad para sus sórdidas andanzas y carne fresca para llevarlas a cabo entre los jóvenes grumetes.

Con la tripulación, pura escoria portuaria, viaja el cirujano Patrick Sumner, el atribulado protagonista, arrastrando un pie lisiado y un misterioso pasado militar en la India que le ha convertido en un adicto al láudano; Otto, un arponero visionario, sin los tatuajes de Queequeg, inclinado a introducirse en los arcanos del futuro, y la sombra, en tierra firme, de un armador sin escrúpulos: el acaudalado señor Baxter que, en esos días del siglo XIX, cree tanto en el negocio del aceite de las ballenas, amenazado por la utilización del petróleo y el gas de hulla, como Donald Trump en la honorabilidad de los mejicanos. Sobrados ingredientes para desencadenar una serie de trepidantes y sórdidos acontecimientos, dignos del mejor relato de suspense.

La sangre helada, ya lo imagina el lector, es una novela dura, realista, sin concesiones ni sutilezas en todo cuanto hace relación a la maldad y la oscuridad que reina en el corazón de algunos hombres y a la descripción de los riesgos terribles de un invierno entre los hielos del Círculo Polar Ártico. El mundo de Melville, pasado por sangre, como escenario del relato criminal. Las resonancias trágicas de Nataniel Philbrick y su En el corazón del mar, con la presencia de un oso, en esta ocasión, metido en la piel simbólica de Moby Dick, cerniéndose sobre las almas depredadoras y atormentadas de una tripulación perdida mucho antes de embarcar. Ian McGuire, profesor de Escritura en la Universidad de Manchester, que cultiva, también, la crítica literaria, ha optado en su novela por la utilización de una prosa descarnada, casi escatológica, que sorprende por su crudeza y que, todo hay que decirlo, resulta poco recomendable para esos lectores tranquilos y pusilánimes que prefieren la sordidez burguesa de Dickens en sus relatos navideños. Para efectos más balsámicos y risueños siempre nos quedarán las andanzas de Picwick y su alegre pandilla, aunque su mundo, en el fondo, fuese el mismo de aquellos tipos audaces y salvajes que cruzaban el océano para dar luz y calor al hogar de Mr. Scrooge y a los lujosos escaparates que miraba, con asombro lacrimógeno, la pequeña cerillera.

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