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Música

El motor de la venganza

Giuseppe Verdi crea en ´I vespri siciliani´ su ópera más política

Puesta en escena de ´I vespri siciliani´ dirigida por David Livermore.

Giuseppe Verdi no se andaba con medias tintas en lo que a los argumentos de sus creaciones líricas se refiere. Apostó por realizar un profundo estudio del alma humana, de sus pasiones, de grandezas y miserias, sin transitar por la corrección, sino con la voluntad de zaherir conciencias y reclamar un espacio de denuncia desde el escenario que implicara al espectador con la realidad de su tiempo que, a veces, y para huir de la censura, camuflaba en otras épocas históricas. Pero siempre, insisto, buscando concernir al público y huyendo del acomodo complaciente. El gran arte no debe perder nunca esa capacidad de incomodar y Verdi siempre tuvo esa certeza como "leitmotiv" creativo.

El Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia ha inaugurado su nueva temporada de ópera y lo ha hecho con uno de los títulos más políticos y comprometidos del catálogo verdiano, I vespri siciliani -en su versión italiana-, obra en la que la corrosión de la violencia y la denuncia de la tiranía y de la opresión están en el centro del relato. La magnífica puesta en escena firmada por David Livermore es una coproducción del Regio de Turín, ABAO de Bilbao y el Palau valenciano. Livermore traslada la acción del siglo XIII a la Italia de finales del XX con la mafia, las "mama-chicho", la manipulación informativa, el espectáculo terrible de las televisiones y tantas "bondades" extrapolables a cualquiera de nuestras sociedades contemporáneas con sus diversos matices localistas. Todo un voraz acierto creativo el del director de escena italiano, en una lectura de la obra vibrante y que apabulla por la intensidad de cada escena.

Coro y orquesta valencianos siguen en lo más alto del podio lírico nacional. Es básico para el Palau mantener la calidad de ambas agrupaciones porque esto supondrá que el nuevo camino iniciado puede aspirar a altas ambiciones artísticas. Creo que lo inteligente, en esta nueva etapa, es conservar lo que de bueno había en la casa y con una dirección artística clara, como es el caso de la que está desarrollando como responsable el propio Livermore, ir poco a poco gestando un modelo sostenible capaz de seguir cautivando al público.

Otro apartado que el Palau quiere desarrollar como elemento característico de su personalidad es el cuidado en los elencos vocales. La combinación de figuras consagradas con la apuesta por los nuevos valores que se van incorporando del centro de perfeccionamiento Plácido Domingo es garantía de calidad y también de futuro. En el reparto un intérprete dejó una impresión fantástica: Alexánder Vinogradov como Giovanni de Procida, con una intervención de una contundencia vocal absoluta, de esas que cuesta cada vez más encontrar. Tampoco se quedó atrás el magnífico Arrigo de Gregory Kunde, generoso en los agudos e incorporando el rol con su increíble capacidad expresiva. También Juan Jesús Rodríguez, que en enero estará en Oviedo, cantando Rigoletto, ofreció una deslumbrante actuación como Guido di Monforte, mientras que Maribel Ortega, que sustituía a la inicialmente prevista Anna Pirozzi, sacó adelante con gran solvencia vocal e interpretativa el enrevesado rol de la duquesa Elena. Los cuatro encabezaron un reparto que tuvo en el resto un magnífico plantel de jóvenes cantantes, todos ellos formándose en el teatro valenciano. Contaron desde el foso con una lectura de gran eficiencia y rigor interpretativo a cargo de Roberto Abbado. La continua tensión escénica encontró en él un contrapunto musical perfecto, de gran lucidez y vigor creativo, con el bien común de lograr un éxito importante que cosechó abundantes ovaciones.

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