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Poesía

El suelo es la verdad

Con ´Corteza de abedul´ amplía Antonio Cabrera (Medina Sidonia, 1958) su indagación en torno a la relación del yo con lo otro, con los seres y las cosas que constituyen la realidad que impone su distancia a la conciencia individual

Antonio Cabrera, autor de ´Corteza de abedul´. levante-emv

Una doble perspectiva de cercanía y distancia sitúa al yo protagonista de estos poemas en una tensión dinamizadora entre pensamiento y sensibilidad, entre conciencia y emoción contenida cuyo análisis es el asunto del medio centenar de poemas que conforman la entrega imponente de este libro. Poema a poema el autor perfila y matiza su relación con el mundo y los seres construyéndola con una palabra poética precisa y compleja de ritmos, imaginación y metáforas, siempre tratando de compartir con el lector esa forma de inteligencia emocional que despliega en múltiples facetas a lo largo del libro.

"Excluido de ti me reconozco", decía el poeta en Con el aire, su tercer libro. Y ahora, en el reconocimiento de las cosas frente a las que el pensamiento se queda corto, el programa se establece desde el primer poema: "Traje a casa corteza de abedul/ para tener al lado, junto a todo lo mío,/ una cosa que fuera lo contrario/ a mí,/ antídoto de mí (€)". Árboles, aves, paisaje, todo afirma su presencia frente a los sentidos del minucioso observador que asume la insuficiencia de la palabra ante la seguridad exacta de una palmera solitaria, de la tierra que se pisa, de las variaciones de la luz y el viento y que, en "Desvío hacia un manantial", acepta el silencio frente a la ensoñación oscura del origen que esa peregrinación a las fuentes propicia: "Que el fresno sea constancia, fronda oscura,/ sin que yo lo pronuncie (€)/ que en mí se amasen tedio o pasión pero/ sin testimonio mío".

Si el lenguaje resulta insuficiente para penetrar en la esencia de las cosas, es preciso potenciar un conocimiento otro, corporal y físico, y a ello aplica Cabrera la desbordante imaginería sensorial de todos los poemas. La descripción minuciosa arrastra la intuición para constatar que no sirve sólo ese "muro de palabras", que es ficticio el orden que el pensamiento impone en lo real: el vuelo de unos charranes, en "Aves marinas", logra "hacer añicos/ tanta ficción de orden y quietud". La pertenencia verdadera al mundo se afirma, pues, desde la corporeidad. En "El suelo es la verdad" se expresa la intuición clave de esa pertenencia: "pensé en el puro suelo,/ el nunca redimido,// donde están la firmeza y su murmullo/ y no hay mente juntando río y llano, (€)/ hay sólo lo cerrado/, lo que no entrega imagen/ (€) la verdad / antes de su significado,/ solemne/ de pétrea solemnidad,/ dura/ de dureza completa".

En la reflexión sobre la poesía del poema "Visita a Francisco Brines en Elca" el poeta se plantea la gran incógnita de la escritura: "¿Cómo pasan al poema la cosas que suceden?/ ¿Qué ocurre/ después de la poesía/ en el pino, en el huerto o en las rosas?". Y la perspectiva elegíaca que siempre subyace en los libros anteriores de Cabrera -En la estación perpetua (2000), Tierra en el cielo (2001), Con el aire (2004) o Piedras al agua (2010)- se acentúa ahora vehiculada por la creciente conciencia de la temporalidad, del individuo efímero inserto en una naturaleza siempre renovada y cuyo misterio exaltan los sentidos. En "Manchas de sol sobre una tumba", uno de mis preferidos, no importa tanto la presencia anónima de la muerte cuanto el abrigo protector de una naturaleza poderosa, que se opone y triunfa sobre el inevitable sentimiento melancólico en el penúltimo poema, "Demasiada primavera": "Ah demasía,/ ¿cómo voy a rozar siquiera el mundo/ mientras está reverberando entero?".

La vuelta a la intimidad doméstica con el "Autorretrato" que cierra el libro equilibra precariamente en su conclusión entusiasmo ontológico y soledad existencial: "Entro en mi casa (€)/ Soledad, ahora sí,/ ya puedes ser el fondo informe y fiel/ de mi retrato". La queja frente a la complacencia, la plenitud frente al despojamiento, en una tensión que deja abierto el libro más allá de su rotunda conclusión.

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