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Arte

La realidad se supera a sí misma

´Realistas de Madrid´ muestra en el Museo Thyssen a siete maestros unidos por lazos generacionales y una visión artística común, encabezados por Antonio López

Un visitante en la exposición ´Realistas de Madrid´.

La realidad en el arte está infravalorada. El empeño en disolverla en formas y sombras que instauraron las vanguardias del siglo pasado confinó a quienes mantuvieron el afán de fidelidad al original en el estrecho círculo de lo academicista, en el reducto de una pintura para salones burgueses de antaño, que admira a quienes sólo captan en ella la habilidad del artista para reflejar de forma estricta lo visible. Hay, sin embargo, una realidad que se supera sí misma. Si incluso la fotografía, como arte que se sustenta sobre la mediación de un artefacto, ha conseguido trascender esa realidad, la interacción del ojo y la mano humanas llevadas al límite de la maestría la dota de una nueva naturaleza más allá de su materialidad original. Eso es lo que ahora muestra Realistas de Madrid, en el Museo Thyssen-Bornemisza, a través de unas noventa obras con distintas técnicas y soportes (óleos, esculturas, relieves y dibujos). Casi un cuarto de siglo después de la exposición Otra realidad. Compañeros en Madrid se reúnen de nuevo Amalia Avia, Antonio López, Francisco López, Julio López, María Moreno, Esperanza Parada e Isabel Quintanilla. Es un grupo -el primero del ámbito del arte en el que las mujeres tienen una presencia destacada- cuyos vínculos van mucho más allá de la coincidencia en un modo artístico. Hay entre ellos un nexo generacional (los siete nacieron poco antes de la Guerra Civil), compartieron juventud y tiempo de formación, lo que generó un tejido de relaciones personales e incluso de estilo de vida, afincados la mayoría en casas de colonias de lo que una vez fue la periferia madrileña, un entorno que de continuo se adentra en su obra. El dibujo de Isabel Quintanilla El marido (Francisco López) de la artista dibujando a Antonio López (1974), arte dentro del arte de un modo muy velazquiano,, ejemplifica de manera admirable esa conexión de lo personal y lo pictórico.

De entre todos ellos sobresale Antonio López, quien apenas cinco años después de su exposición individual en el mismo museo, actúa como gran elemento atractor de la muestra, sin desmerecer la categoría del resto. Lavabo y espejo, la obra de 1967, sirve para publicitar la muestra y nos mete de lleno en ese mundo íntimo (alguna veces en extremo, como revela el empeño de volver una y otra vez sobre los espacios más preservados de la casa) que está en el centro de este conjunto de obras. Ese hallazgo pictórico, del siglo XVII holandés, de convertir en motivo del cuadro aquello que se oculta a la mirada pública está en el centro de este conjunto de obras, que nos revelan la privacidad del artista y nos dan una visión diferida de lo humano, una ausencia que se sustituye a través de su huella en los objetos, en la plasmación del detalle de un entorno hecho a su medida. Junto al retrato, las naturalezas muertas, y los interiores está también el paisaje, en el caso de Antonio López alguno muy reciente como Gran Vía, 1 agosto, 7:30 horas, de 2015, de la colección Pérez Simón. La ventana, el "eje de gravedad iconográfico" del que Calvo Serraller habla en el catálogo, sirve de nexo entre lo de fuera y lo de dentro. La del gran maestro del realismo español que cierra la exposición es, como siempre a su manera, una obra inacabada.

REALISTAS DE MADRID

Museo Thyssen-Bornemisza (Madrid)

Hasta el 22 de mayo

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