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Música

En el adiós de Harnoncourt

Desaparece uno de los nombres esenciales de la interpretación musical de la segunda mitad del siglo XX

El fallecido director de orquesta Nikolaus Harnoncourt.

En la historia de la interpretación musical, como en tantas otras facetas de la vida, muchos son los llamados y pocos los elegidos. En la legión de intérpretes y directores de orquesta es muy difícil dar un paso adelante, trascendente, que aporte capacidad creativa y artística a una más o menos brillante versión de una partitura determinada. Por eso figuras como la de Nikolaus Harnoncourt se configuran como bastiones sobre los que se edifica un nuevo concepto interpretativo, una mirada imaginativa al gran repertorio, capaz de dar un salto adelante cualitativo en la recuperación de la verdad que encierra una partitura en la que el paso del tiempo ha ido depositando aditamentos y no siempre acertadas lecturas; todo eso que hemos convenido en llamar tradición.

Con la muerte el pasado día 5 de Harnoncourt se cierra una época y se despide de nosotros un egregio representante de una generación de maestros que marcaron, en la segunda mitad del siglo XX, unas pautas que llegan a nuestros días. Nacido en Berlín en 1929, pero criado en la ciudad de Graz, hace pocos meses que anunció su retirada, aquejado de graves dolencias que le obligaban a cancelar conciertos en los últimos tiempos con una frecuencia que le incomodaba. Harnoncourt fue un visionario. Sí, un visionario. Porque fue capaz, desde muy joven, de percibir que algo se estaba haciendo mal en el repertorio de la música antigua, especialmente en el barroco. Formó parte como violonchelista de la Sinfónica de Viena y a la vez inició una andadura que será la clave que marque su evolución posterior: la fundación en 1953 del Concentus Musicus Wien, con colegas de su orquesta y su mujer Alicia que sería concertino de la agrupación hasta la década de los ochenta. El objetivo era claro: recuperar un contacto más directo con la música antigua, a través del estudio, en la búsqueda de la instrumentación original, con algunos instrumentos antiguos o réplicas. Varios años de trabajo dieron sus frutos para iniciar sus conciertos en 1957 y, a comienzos de los sesenta, el mundo musical quedó deslumbrado con la grabación de los Conciertos de Brandeburgo, de J. S. Bach. Ya no había marcha atrás. Un nuevo universo se abrió hacia un repertorio oscurecido por el paso de los años. Junto a Gustav Leonhardt trabajó también en el repertorio bachiano (la grabación integral de las Cantatas) y empezó a teorizar sobre su trabajo, teniendo claro que el oyente actual no es el de siglos atrás pero también que aquellos instrumentos musicales no son imperfectos frente a los actuales sino que la música de aquella época se adaptaba perfectamente a ellos, ahí estaba de forma clara la articulación o la sonoridad para la que fue escrita.

Además, Harnoncourt simultaneó su labor especializada con las orquestas tradicionales y la colaboración con formaciones como la del Concertgebouw de Amsterdam conoció hitos importantes en Bach, pero también en otros autores como Mozart. Cambios en el fraseo, en los "tempi", en la dinámica instrumental supusieron, en su momento, auténticos retos para los músicos. Interesantísimos estudios suyos, numerosas grabaciones y, sobre todo, su magisterio seguirán iluminando a intérpretes y melómanos durante muchas generaciones.

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