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Cine

Golpe a golpe, gesto a gesto

´Star Wars´, más que por sus batallas estelares, es memorable por el duelo entre Luke Skywalker y Darth Vader. A raíz de eso, la revista cultural ´Jot Down´ ha propuesto un concurso-debate sobre los mejores duelos físicos en la historia del cine. Pero hay otros duelos igual o más memorables

Darth Vader y Luke Skywalker en su duelo de espadas láser.

Un manual americano de escritura de guiones sostenía que las grandes obras de ficción deben tener tres tipos de conflicto: hombre contra sí mismo, hombre contra hombre, y hombre contra un enemigo o amenaza colectivos. Es cierto que hay obras que reúnen los tres (Casablanca es paradigmática), pero también hay muchas buenas obras que llevan al límite una sola de esas categorías. Duelos memorables. Uno contra uno predominantes. Armas más psicológicas y gestuales que físicas.

Los duelistas (Ridley Scott, 1997). Al prolongarse por varios imprevistos el enfrentamiento entre los dos protagonistas, Joseph Conrad y Ridley Scott los acaban fundiendo, convirtiendo en dos caras de la misma moneda, ying y yang, Caín gemelo de Abel. Por eso la derrota de Feraud (Harvey Keitel) es relativa. Por eso D´Hubert (Keith Carradine) se niega a matarle.

La huella (Joseph Mankiewicz, 1972). La obra de teatro adaptada desarrolla la encerrona de un hombre engreído al hortera amante de su mujer. Encerrona literal, los dos solos en una lujosa casa de campo un fin de semana. Aunque parezca un show de prestidigitación (los giros dramáticos, los afilados diálogos), los dos protagonistas, como en el ejemplo anterior, son en el fondo uno, una hidra. Por eso la (invisible) mujer sigue con ambos. Las interpretaciones de Olivier y Caine (olviden el remake de 2007) son la guinda de esta obra maestra.

La reina de África (John Huston, 1951). Humphrey Bogart adoraba el cuerpo a cuerpo. En Tener y no tener, en Cayo Largo, en El sueño eterno, saltaron chispas con Lauren Bacall, su pareja delante y detrás de los focos. La reina de África es otra película redonda porque reúne los tres conflictos, pero sobresale el de la extraña pareja, Charlie y Rose, Bogart y Hepburn, opuestos como pocos y precisamente por ello, tan entrañables. Por cierto, el guionista de esta película, James Agee, firmó cuatro años después La noche del cazador.

Cuando Harry encontró a Sally (Rob Reiner, 1989). Paso a comedia urbana. Por encima de gags antológicos (la hamburguesa, el señor X), la complicidad entre el director (Rob Reiner) y la guionista (Nora Ephron) da pie a otro hilarante duelo de sexos y personalidades. Billy Cristal y Meg Ryan son insustituibles.

Amor (Michael Haneke, 2012). Dos personas mayores se encierran en su piso de Paris. Él (Jean Louis Trintignant) pretende ahorrar la exposición de su degeneración mental a familiares y amigos. Ella (Emanuelle Riva) se deja cuidar y querer. Acción mínima, fondo trágico, actuaciones excelsas.

La fiera de mi niña (Howard Hawks, 1938). Si Bogart se apropió del arquetipo de tipo duro con corazón de soufflé, Cary Grant fue lo opuesto, el yerno perfecto que ponía a todos firmes cuando era necesario. Esta película es un duelo interminable de diálogos, gags y actuaciones, con Grant y Katharine Hepburn espléndidos. En el mismo año repitieron un romance similar en Vivir para gozar (dirigida por George Cukor), duelo menos intenso y cómico.

El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991). Los cinco Oscars obtenidos (mejor película, dirección, actor, actriz y guion) hacen justicia a la obra. El personaje y la interpretación de Anthony Hopkins no serían tan redondos sin el contrapunto de Jodie Foster. Es un duelo de inteligencias con muchas vidas en juego pendientes de ellos.

La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche, 2013). Un amor fou entre dos universitarias. A tumba abierta, a corazón abierto, a pelo. Una vez más, los matices de los personajes, una más fiel y dependiente, la otra más fría y distante, son ensalzados por las actrices, Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux.

Queda poco espacio y muchas buenas películas fuera: Dos hombres y un destino. El imperio de los sentidos. Varias de Jack Lemmon y Walter Matthau. Incluso El apartamento, si Fred MacMurray tuviera menos presencia. Amadeus (demasiado comercial a mi gusto). El coleccionista (Samantha Eggar no iguala a Terence Stamp) Rain Man (Dustin Hoffman no deja ni los huesos de Tom Cruise)? Me cuesta encontrar un duelo que se haya fijado en mi retina del cine español, y no por falta de directores, guionistas y actores excelentes. También del cine oriental, mucho más coral y solidario.

Siendo absolutamente parcial, esta selección sólo pretende ser un abreboca, una excusa para recordar por qué el cine sigue siendo mucho más que entretenimiento. Los grandes duelos nos sumergen en lo mejor y peor del ser humano y nos revelan lo mejor de los mejores actores y directores. Continuará (con los otros tipos de conflicto)...

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