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Narrativa

El bar de tantas noches

J. R. Moehringer, autor de ´El bar de las grandes esperanzas´.

También fueron los lugares idóneos para echar un trago, divertirse y aspirar el aroma de los paraísos artificiales. Por estas experiencias, a la barra del bar, a su atento y sabio camarero, a la diversa condición de sus locuaces o taciturnos parroquianos, los reconoció siempre como una cátedra coral, o sanedrín, donde todo era susceptible de ser desvelado desde una perspectiva tan ingeniosa y jocosamente lúcida como penetrante. Baste indicar que, a semejanza de otros aprendices constantes de la vida, este cronista, al visitar una nueva población y tratar de captar su espíritu, se acerque antes al bar que preside su calle más concurrida que a sus gloriosos restos arquitectónicos o monumentales, donde flota la respetable esencia de su historia.

Con esta declaración de principios el lector comprenderá que el cronista, ante la reciente aparición del libro de J. R. Moehringer El bar de las grandes esperanzas (Duomo Ediciones, 2015), fuese incapaz de resistirse a comprarlo y a bebérselo de un trago, con la avidez con que se ingiere la primera cerveza fría de un mediodía de verano. Lo entenderá mejor si añadimos que J. R. Moehringer es el celebrado autor de Open, la excelente biografía de Andrea Agassi, que le valió el premio Pulitzer, y que la economía de uno no está para desprenderse alegremente de veinte euros sin una previa referencia de que compra algo de calidad. El bar de las grandes esperanzas es un libro de iniciación, una suerte de autobiografía novelada que cuenta los primeros veinticinco años de un joven que, criado sin la figura del padre, busca un modelo de masculinidad para abrirse paso en la vida y proteger a su abnegada madre en un mundo de lobos, el pueblo de Manhasset, a las afueras de Nueva York. Gracias a la presencia de su tío, un barman adicto al alcohol, apostador, maestro de la labia y con el aire de Bogart, el muchacho se adentra en el pub Dickens -más tarde el Publicans-, refugio de tipos duros, algún que otro poeta, y mujeres emancipadas capaces de aguantar más cócteles que Kingsley Amis durante una temporada de sequía. Y la penumbra luminosa del pub, mientras se escucha la voz de Sinatra, sus cuentacuentos con pico de oro, sus filósofos perdedores, sus ejecutivos sedientos al caer la tarde, las chicas de los viernes, se tornan en el hogar y la familia del joven J. R. y en un punto de referencia que marcará el resto de su aprendizaje vital: el descubrimiento del amor y el alcohol, los años difíciles en la elitista universidad de Yale, los no menos complicados meses, como becario, en la despiadada redacción del New York Times.

Escrito con un estilo brillante y coloquial, con equilibradas dosis de ternura nada empalagosa, evitando en todo momento los lugares comunes -magistral la descripción de la primera experiencia sexual del muchacho- o los desenlaces previsibles de las anécdotas que suelen ser inevitables en el relato de la vida del joven "haciéndose a sí mismo contra viento y marea", la autobiografía de Moehringer se convierte en una crónica magistral de la vida cotidiana americana en ese periodo de tiempo que va de 1975 al 2001 de las Torres Gemelas. Pero también en una suerte de biblia para los adictos al bar -más que a la bebida-y a su atmosfera libertaria, en estos tiempos difíciles, complicados, cada vez más asépticos y prohibicionistas de la llamada "corrección política". Una lectura que al cronista le recuerda aquella vieja canción de Guy Beart que cantaba Mercè Madolell, "Si tornes algún día al bar de tantes nits€" Una canción que, como el libro, sabe a cerveza, huele a caoba y a serrín mojado, y convoca los rostros de las amistades perdidas.

J. R. MOEHRINGER

El bar de las grandes esperanzas

Traducción de Juanjo Estrella

DUOMO, 460 PÁGINAS, 19,80 €

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