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Cine

Pier Paolo sigue coleando

Fotograma de la película ´Teorema´, de Pier Paolo Pasolini.

Recapitulemos: 1922-1975. Director y guionista de cine. Documentalista. Poeta. Novelista. Traductor. Activista político. Homosexual. Ateo. Fallecido por muerte violenta, confusa, polémica, inquietante.

Repaso, experimento, invirtiendo cronológicamente su filmografía:

Ostia, 2 de noviembre de 1975. El crimen que se llevó su vida sigue abierto a todo tipo de especulaciones y conspiraciones. ¿Fue sólo un arrebato de un chapero desquiciado? Cuesta creerlo. ¿La mafia, como los conspiranoicos de Kennedy? Improbable, salvo que actuaran de meros intermediarios. ¿Fascistas, homófobos, ultrarreligiosos? Caliente, caliente. El caso, por desgracia, no ha sido reabierto. Lo que sí mostró el crimen es que Pasolini estaba en el punto de mira de las fuerzas más reaccionarias de Italia. Era un comunista muy activo y un homosexual poco discreto. Tenía talento, tenía cultura, tenía éxito, no tenía pelos en la lengua, era reconocido y admirado en medio planeta. Demasiadas papeletas para terminar en una cuneta.

Saló o los 120 días de Sodoma (1975). La última película que estrenó. Una panda de fascistas secuestra a un grupo de adolescentes, de ambos sexos, y emulan al Marqués de Sade con un festín de torturas y atrocidades sexuales. Pasolini declaró que pretendía sólo ligar el fascismo con el consumismo. Fue más lejos aún. Es una de las películas que mejor representan la maldad que anida en el ser humano. A la altura, en ese sentido, de Funny Games de Haneke o La naranja mecánica de Kubrick, aunque con mucha más crudeza. El cineasta ahí fue valiente y consecuente. Sin paños calientes. Por eso cuesta tanto volver a ver la película; por eso mantiene su fuerza.

Las mil y una noches (1974), Los cuentos de Canterbury (1972) y El Decamerón (1971). La denominada Trilogía de la vida. Adapta tres clásicos (Bocaccio, Chaucer y los cronistas orientales) para sublimar la supuesta vida simple, desacomplejada, casi sin tiranías ni ataduras sexuales, de los tiempos medievales. El tiempo ha hecho mella en estos filmes; siguen a flote como invitación al carpe diem, a relativizar problemas y conflictos.

Teorema (1968). Tema inmemorial de la literatura y posteriormente el cine, el de la irrupción de un forastero en una comunidad o, más claustrofóbico aún, una familia. El director, vivo él, siembra la hipótesis de si ese extraño es una aparición divina, un aviso a la Humanidad, un ángel exterminador. Magníficos Terence Stamp, Silvana Mangano y la premiada Laura Betti.

Pajaritos y pajarracos (1966). Otro formato siempre jugoso, el de la extraña pareja. Aquí el veterano, carismático y adorable Totó junto a la joven musa de Pasolini, Ninetto Davoli. Un salto en el tiempo desde un arrabal, inminente barrio dormitorio, de una gran ciudad hasta la Edad Media, transformados en monjes itinerantes. Reflexión, con la pareja de monjes y unas bandadas de pájaros, sobre la tendencia pendular entre altruismo e instinto destructivo de muchas especies, sobre todo los humanos.

El Evangelio según San Mateo (1964). Biopic de presupuesto mínimo y estilo casi documental. Más que adular el liderazgo o la capacidad de asunción del martirio de Jesucristo, Pasolini elige la versión franciscana de un hombre sencillo, muy sencillo, y defiende los postulados más primitivos, más puros, menos totalitarios, del cristianismo. O sea, los más provocadores.

Mamma Roma (1962), Accatone (1961). Tras darse a conocer como escritor y activista, Pasolini saltó a la gran pantalla resucitando el neorrealismo cuando supuestamente, se habían superado el caldo de cultivo que lo fomentó. Accatone narra el calvario de un proxeneta cuando su fuente de ingresos deja de serlo por gentileza de las autoridades. Mamma Roma, narra la historia de una prostituta que intenta sentar cabeza pero su hijo hereda el gusto por la mala vida. Es un retrato del abandono, la precariedad, la falta de futuro de las clases más humildes.

Este repaso muestra las fortalezas del autor y cineasta. Su ideología izquierdista, su simpatía por los oprimidos, su repulsa hacia el inmovilismo e intransigencia del clero católico, su rabia ante la persecución de los homosexuales se combinan, o alternan, con alegría y odas al disfrute de la sexualidad. Todas esas inquietudes, pulsiones, amarguras y pasiones supo volcarlas en sus escritos y sus películas.

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