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Cine

Decíamos hace mil años...

En el cine histórico, la Edad Media es una rama que va dando frutos con regularidad. Los episodios de las Cruzadas son los más recurrentes, pero la situación actual mantiene la curiosidad hacia esa época

´El Decamerón´, visto por Pier Paolo Pasolini.

En 1972 se publicó un ensayo colectivo titulado La nueva Edad Media (reeditado por Alianza en varias ocasiones). Sostenía que, pasado el boom de la posguerra mundial, se estaba retornando a una sociedad caótica, desigual, egoísta. Aunque la asociación era arriesgada, el arranque del siglo XXI muestra síntomas similares a los llamados ´Años oscuros´: creciente brecha entre ricos y pobres, conflictos armados y movimientos migratorios descontrolados...

Uno de los autores de ese ensayo es Umberto Eco. Autor de la novela que dio pie a...

El nombre de la rosa (Jean Jacques Annaud, 1986). Eco fue muy astuto al idear un monasterio con secretos similares a las pirámides y una pareja de monjes calcados de Conan Doyle. Película no memorable por su calidad pero resultona. Sean Connery disfruta con sus hábitos benedictinos y mente cartesiana.

Robin de los bosques (Michael Curtiz, 1938). El arquero del bosque de Sherwood acumula un centenar y medio de apariciones en cine y tv. Esta, una de las más antiguas, sigue siendo la mejor. Michael Curtiz, Errol Flynn y Oliva de Havilland en sus respectivos apogeos artísticos. Película algo naif y, precisamente por eso, intemporal, irrepetible.

Marketa Lazarova (Frantiseck Vlacil, 1967). Una rareza checoslovaca, resucitada hace poco por la distribuidora Criterion. Larga, lenta, densa, potente, casi hipnótica. Sin romance, poca sangre, mucho, soberbio, realismo.

La armada Brancaleone (Mario Monicelli, 1966). Cuando la Edad Media parecía coto cerrado de hazañas épicas e introvertidos o reflexivos caballeros, Mario Monicelli acertó con esta comedia gamberra y desmitificadora. Algo pasada, hay que decirlo; reseñable todavía por su humor desacomplejado y las actuaciones de Vittorio Gasman o Totó.

La pasión de Juana de Arco (Carl T. Dreyer, 1928). Un hito no sólo en la historia del cine mudo. Dreyer, junto con Eisenstein o Lang, fue de los cineastas más innovadores y comprometidos de inicios del siglo XX. Juana de Arco iguala, toca el cielo creativo, tanto en impacto visual como en denuncia del sectarismo religioso.

El Cid (Anthony Mann, 1961). Espadas y blasones de corte clásico, con igual profusión de cartón piedra, con un (ahora cuestionado) guerrero español en el epicentro de las batallas. Mann no superó la grandiosidad de DeMille, pero tenía cuajo, aplomo para ofrecer un animado espectáculo.

El manantial de la doncella (Ingmar Bergman, 1966). Junto con El séptimo sello, es otra de las obras perennes del cineasta sueco ambientada en la Edad Media. Una leyenda popular, un arranque brutal, y a partir de ahí pasa a puro terreno Bergman, poniendo al espectador ante los mismos bretes, indecisiones y dudas morales de sus personajes.

Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores (Terry Gilliam, Terry Jones, 1975). Monty Python enrachados. Aunque esta película no es tan redonda como La vida de Brian, sigue provocando carcajadas con un puñado de gags antológicos.

Andrei Rublev (Andrey Tarkowsky, 1966). Narra las desventuras de un pintor de iconos religiosos en un entorno desquiciado. Igual que Marketa Lazarova, más magistral aún, te sumerge, te abduce, te hunde en el feudalismo profundo.

El Decamerón (1971) / Los cuentos de Canterbury (1972). Estas dos películas de Pasolini, junto con Las mil y una noches (1974) forman la Trilogía de la vida. Comparten formato: historias populares, narradas de forma distendida. Sobre Bocaccio, Chaucer o los amanuenses persas Pasolini añade obsesiones propias, como la represión de la homosexualidad, puyas al clero, miedo a la muerte e incitación al carpe diem.

Pajarracos y pajaritos (Pasolini de nuevo, 1966). Aquí la Edad Media, con una pirueta temporal, es una excusa para declamar sobre la vacuidad de las religiones. Tan onmipresentes, véase ejemplos anteriores, en el primer milenio. Pasolini ataca aquí con lo que más asusta, por impotencia, a los fanáticos. El humor irreverente, valiente, inteligente. Desbordantes el guión, la dirección, la música de Manfredi, las actuaciones de Totó y Ninetto Davoli.

Cierro con una curiosidad/interrogante final. Grandísimos directores como Kubrick, Huston, Coppola o Scorsese han esquivado este largo periodo histórico. ¿Azar, desinterés? ¿Exceso de respeto a Bergman, Tarkowsky, Pasolini, o temor a no dar con la tecla, encontrar un claro en el tupido bosque que rodea a esos totems para plantar una pica propia? Con más o menos genialidades la Edad Media sigue y seguirá dando juego, tanto en su vertiente más movida (combates, templarios, Cruzadas) como en los conflictos y desigualdades extrapolables al presente milenio.

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