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Desde Francia

Febrero

La meva jardinera amb la neu. j. rigo

Febrero rima con frío, cosa lógica ya que estamos en el corazón del invierno. Iba a decir en el ecuador, pero rima con calor. Así que, cuando hace unos días anunciaron la llegada inminente de una ola de frío, la noticia fue recibida aquí con aplausos ya que venía, eso decían, acompañada de un periodo seco, marcando el fin de las lluvias, ansiada tregua del régimen pluvioso que veníamos sufriendo desde hace ya más de dos meses.

Les imagino al corriente de las imágenes de un París insólito, con el Sena desbordado, la navegación prohibida, las peniches amenazando con invadir las calzadas, líneas del metro cortadas, y Protección Civil en estado de máxima alerta pendiente de la crecida. Una crecida que de momento no ha llegado a los niveles de la de junio de 2016. Pero claro una cosa es el verano, y una subida brutal pero puntual de las aguas y otra la de este invierno. Entre París y Rouen, río abajo, y también en la Marne, río arriba, numerosas poblaciones siguen inundadas y en muchas llevan sin electricidad más de una semana. Sobre este panorama desolador, mientras todos los boletines agitaban el notición, el fin de la lluvia, como si de un feliz sonajero se tratase, a nadie se le ocurrió que con la caída de los termómetros, de seguir las precipitaciones, llegarían los daños colaterales, con la nieve como estrella invitada, y el frío glacial colándose en las casas inundadas.

Ahora mismo, cuando escribo estas líneas -la crónica les llega en diferido- está cayendo una nevada de órdago, similar a la del 2010. Recuerdos lejanos de un caos sublime con las autopistas de acceso a la capital cortadas, el cinturón periférico cerrado al tráfico pesado y un suvenir de gigantescos bouchons, los temidos y celebres atascos parisinos. Pues bien, según las últimas noticias -estoy en plan estéreo, enchufado a la radio pero con los ojos puestos en la pantalla del televisor- en esta ocasión hemos batido todos los récords. Durante la tarde-noche del martes al miércoles cayeron más de 3 centímetros de nieve por hora, y con el termómetro bajo cero, las inevitables heladas han trasformado las carreteras en pistas de hielo, atrapando a numerosos náufragos del asfalto. El brutal atasco, tremendo carrusel en torno a la capital, sumando todos los tramos, vías y accesos, superó los 740 kilómetros. O sea, que de la inquietud por las lluvias, el nivel del Sena y sus afluentes, hemos pasado al pánico en la carretera, y desde hace unas horas (para ustedes unos días) se recomienda extrema prudencia y evitar en lo posible utilizar el coche para acceder a la metrópoli, prioridad al transporte público. Una solución un tanto irónica ya que la mayoría de las líneas de autobús tanto en el interior como en la periferia están fuera de servicio, al igual que los trenes de cercanías, mientras que los tramos aéreos del metro circulan a ralentí. Y en esas estamos, de la celebración del frío se ha pasado a la inquietud generalizada por las heladas y se ha puesto en marcha el Plan de Gran Frío, para acoger en diversos establecimientos públicos, estaciones, gimnasios, a los sin techo, los desheredados del gran París.

Pero no quiero amargarles el domingo, prefiero creer que lo de la nieve ha sido solo un patinazo meteorológico, un fallo en la predicción del tiempo, y las aguas volverán pronto a su cauce, que parará la lluvia, se despejará el cielo y las autoridades competentes tendrán existencias suficientes de sal para proteger calles y aceras de las peligrosas capas de hielo. Porque, cosa curiosa, aun con el mercurio flirteando en valores negativos, los disciplinados parisinos siguen cumpliendo con ciertos rituales y uno de ellos es el acudir en masa a los mercados dominicales. De hecho he quedado dentro de un rato con mi peña habitual en el marché d´Aligre, en el distrito XII, un rendez-vous clásico para el apéro, llueva, como el domingo pasado, o haga un frío del carajo como hoy. En el menú, unas ostras y un blanco, un Muscadet delicioso, que sirven en Le Baron Rouge y que levanta el ánimo a un muerto. ¡Salud!

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