Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Oblicuidad

Puedes leer, aunque seas feo

Puedes leer, aunque seas feo

Los escritores reconocen que sobreviven gracias a sus lectoras, los varones han abandonado el libro para dedicarse a tareas trascendentes. Esta polarización de la cultura se ha traducido en una iniciativa neoyorquina culminada en internet, la cuenta de Instagram que retrata a "HotDudesReading" o "TíosCalientesLeyendo". Su éxito se mide en cifras millonarias, que explican su importación a Barcelona.

Una consulta fugaz a la página en cuestión equivale a una cura de humildad. Es más difícil acceder a los cuidadísimos físicos de hipsters y de metrosexuales que a sus libros. Además, no se garantiza que la lectura contagie del estilo innegable de unos modelos supuestamente sorprendidos con total espontaneidad. Sin adentrarse en el campo minado de una página de lectoras sexy, la ambigüedad explica el éxito de la iniciativa con más fuerza que la belleza corporal que no literaria recogida en Instagram.

Encontrar a un varón atractivo leyendo por la ciudad es más difícil que localizar una película de aventuras que no haya sido rodada en Nueva Zelanda. De ahí que la exigencia del atractivo físico obligue a detenerse en el agravio comparativo a los descartados. El orgullo por aparecer en la cuenta contrasta con la decepción de saber que "me hicieron una foto, pero no la consideraron digna de ser seleccionada".

La consolación de la literatura consiste en establecer que puedes leer aunque seas feo, gordo, mal afeitado y con un corte de pelo de menos de treinta euros. Esta tolerancia incluye la recíproca constatación de que ninguna novela otorga los físicos agraciados de "TíosCalientesLeyendo". Para ampliar la cuota de mercado, debería promocionarse la página "TíosNoTanCalientesLeyendo". Las redes sociales no triunfan imponiendo corsés que espanten a la mayoría de la población.

Un examen minucioso de las fotos publicadas demuestra que la mayoría de Adonis saben leer. No se trata del chiste fácil de que agarren el libro con las letras del derecho, sino de que exhiban la soltura de quien maneja habitualmente dicho artefacto. Los actores contemporáneos fracasan con estrépito cuando una exigencia del guion les obliga a hojear un volumen. La atonía de El club Dumas, la producción dirigida por Polanski sobre la novela de Arturo Pérez-Reverte, se debe a que el supuesto bibliómano Johnny Depp era incapaz de escrutar una rara edición. Lástima, porque la mayoría de la afición hubiera reconocido que por entonces respondía al apelativo de "Tío Caliente".

Compartir el artículo

stats