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Medio ambiente

La gran desaparición silenciosa (II)

Algunas especies desaparecen de nuestro entorno sin que nos demos cuenta. El gorrión y la golondrina son cada vez más difíciles de encontrar

Escribano cerrillo. ilustración de JUAN VARELA

Estamos acostumbrados a que los medios de comunicación informen periódicamente sobre especies que se encuentran en peligro de extinción. Aves, reptiles, peces o mamíferos suelen ser titular por el estado ambiental en el que se encuentran. Algunas de ellas se han vuelto emblemas de la lucha ecologista, de la conservación de sus ecosistemas, de bioindicadores del estado ambiental de los hábitats en los que se encuentran. El lobo, el quebrantahuesos o el lince tienen sus analogías en la isla, como el ferreret (Alytes muletensis) o el voltor negre (Aegypius monachus).

Sin embargo, detrás el protagonismo de estas especies se esconden muchas otras que no tienen el relumbrón de las primeras. Y muestra de ello es que si afirmamos que el gorrión fue declarado ave del año el pasado 2016 por su caída continuada de la población en las últimas décadas, cuanto menos, sorprende.

Así fue que en 2016, SEO/Birdlife lo declaró ave del año. Y es que cada vez más hay menos gorriones. Entre 2015 y 2016, y según datos de la organización ecologista SEO/BirdLife, la población ha caído un 7%. En los últimos 18 años, acumula una caída del 15% en España, lo que supone 25 millones de gorriones menos.

Esta tendencia es evidente en las ciudades pero también en el campo, donde la despoblación rural está pasando factura a dos de las cinco especies que habitan en la península. Se trata del gorrión común; del gorrión molinero, que presenta una caída del 6%. Por todo ello, el pasado 20 de marzo, Día Mundial del Gorrión, la ONG ambiental llamó la atención sobre el impacto que el abandono del campo tiene sobre la biodiversidad.

Gorriones y humanos

Tanto el gorrión común como el molinero, una especie de menor tamaño y aspecto delicado, guardan una estrecha relación con la actividad humana, hasta el punto de que anidan en edificios y otras construcciones. A menudo, cuando el ser humano abandona un espacio, estas aves siguen su camino aunque hay otros factores que están contribuyendo a su declive. Entre ellos, la intensificación agraria, que también puede derivar en menos gente en campo, y el uso de pesticidas. En la ciudad, se suman cuestiones como la escasez de alimento, la contaminación atmosférica o la ausencia de lugares de nidificación.

No corren tan mala suerte otras dos especies de gorriones -chillón y moruno-, cuyas poblaciones han aumentado desde 1998 gracias a su expansión por diferentes zonas de la península. En ambos casos, su dependencia de la actividad humana es menor.

La última de las cinco especies de gorriones que habitan la península ibérica es el gorrión alpino, propio de cumbres montañosas donde existen neveros. De todos, es el que más afectado por el progresivo calentamiento del planeta debido al cambio climático.

Convivencia

Pocas aves representan tan bien la convivencia entre seres humanos y aves silvestres como el gorrión común. Tanto, que es difícil verlo en aquellos lugares donde no existen pueblos y está ausente en las zonas donde falta la actividad humana. Por eso, si escasea en lugares donde debería estar presente, las alarmas saltan. Puede que su ausencia indique que algo va mal.

Diferentes estudios han alertado de su declive y precisan que los ejemplares que habitan en grandes ciudades de todo el mundo desaparecen a mayor velocidad. En grandes urbes como Londres o Pekín existe una creciente preocupación porque ya casi ni se ven por la calle. En Europa, entre 1980 hasta 2013, el descenso es significativamente superior: un 63 %. Solo en Gran Bretaña se perdieron diez millones de individuos entre 1970 y 1980, tanto en el campo como en la ciudad.

Los datos sobre el estado del gorrión se recaban gracias a la información que generan miles de voluntarios que participan en los programas de seguimiento de SEO/BirdLife. De forma sistemática y siguiendo una metodología científica, los participantes anota y comunican sus observaciones a los técnicos de la ONG, donde la información es analizada. La organización ambiental también aprovecha los datos que miles de aficionados a la ornitología suben a la app móvil e-bird.

"El análisis realizado, incluyendo los datos de la primavera de 2016, nos muestra un nuevo bajón de la población del gorrión común. Solo en este último ejercicio, la especie cae un 7 %", asegura Juan Carlos del Moral, coordinador del Área de Seguimiento y Estudio de Aves de SEO/BirdLife. "Es normal que especies de pequeño tamaño tengan fluctuaciones poblacionales grandes. Son aves que se reproducen una, dos o tres veces en la primavera y sacan adelante varios pollos en cada una de esas reproducciones. Pero cada vez son menos los pollos que logran sobrevivir y menos las veces que se reproducen por lo que, aunque en primaveras con buenas características se recupera algo su población, en temporadas perores los bajones son acusados", concluye del Moral.

¿Por qué desaparece el gorrión?

Se han hecho diversos análisis para averiguar qué origina ese declive. Entre otras conclusiones, se ha detectado que los individuos que viven en el interior de localidades de carácter más urbano presentan anemia, malnutrición y un funcionamiento deficitario de sus sistemas de defensa antioxidante. Sin embargo, aves de las periferias de los núcleos urbanos y que, por tanto, viven en entornos más rurales no presentaban ese deterioro. El mal estado de la salud de las aves parece estar relacionado con el exceso de contaminación atmosférica y la falta de alimentos necesarios para el mantenimiento de una dieta equilibrada

La mejora de la calidad del aire y la adopción de planes que incluyan una mayor densidad de espacios verdes de buena calidad pensados para el uso no sólo de los ciudadanos, sino también para cubrir las necesidades de otras especies urbanas, mejoraría de forma sustancial la viabilidad de las poblaciones de gorriones y otras muchas especies en entornos urbanos.

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