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Memorias de la cocina

El cerdo en las fiestas de invierno

El cerdo en las fiestas de invierno

El cerdo ha estado y está presente a lo largo del año en nuestra gastronomía tradicional. En verano es un gran placer, que no está al alcance de todos, encetar una sobrasada (poltrú, bufeta, bisbe, culana€) que se ha curado a lo largo del año perdiendo algo de grasa, pero no su untuosidad. O un camaiot. Con pan payés puede ser un principio o colofón extraordinario de cualquier comida o celebración familiar.

En las fiestas del carnaval, la greixonera de porc es (casi) imprescindible. O lo era. Y a lo largo de todo el año, se hace presente en las cocas, cocarrois, empanadas y muchos otros platos, con un pilotet de sobrasada, un trocito de tocino o panceta, o unos chicharrones. ¿Y qué serían de unos caracoles sin su longaniza y botifarró? Aunque también casan muy bien unos pies de cerdo y otros ingredientes porcinos.

Pero es en la cocina de invierno donde el cerdo se hace imprescindible y se erige en elemento central, casi único, de las torradas populares. Panceta, lomo, longanizas o botifarrons. Se hace, además, insustituible en cualquier arroz o sopas de matanzas, sin entrar en enumerar el rico recetario de invierno.

Cabe decir que un consumo como el actual en las fiestas populares de invierno no se hizo jamás en el pasado, donde el cerdo era considerado un tesoro que debía servir como alimento básico a lo largo de todo el año, fuera en embutidos o en salazón.

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