-¿Qué tal, don Luis Enrique?
-Muy cómodo.
-¿Cómodo?
-Comodísimo. Con la cervecita y con el sofá. Magnífico.
-¿Y no le dio pena tener que estar ayer por la tarde delante de la tele?
-Ya, ya, pero con la cervecita y en el sofá.
-¿Pero no hubiera preferido…
-¡…no hubiera preferido nada! Mi sofá es buenísimo, y mis cervezas también.
-Ya, ya, pero viendo la tele…
-Ponían una peli muy buena…
-¿No vio el partido?
-¿Qué partido?
-¿Y cómo se llamaba la película que vio?
-mmmmm… no me acuerdo.
-Hábleme de otra cosa…
-Si hombre, como para hablar de otra cosa estoy yo.
-¿Cómo se volvió usted tan antimadridista después de pasar cinco temporadas de merengue?
-A ver, no quisieron renovarme el contrato por lo que yo pedía. Unos peseteros.
-Vamos, como Figo, pero al revés…
-Exacto. La única diferencia es que los fanáticos del Bernabéu no me tiraron nunca una cabeza de cerdo. Eso me habría disparado al estrellato.
-¿Eso es lo que le dolió?
-Que a uno lo echen es duro, pero que lo echen y no lo lamenten es aún peor. Los culers, al menos, cuando Figo se marchó, tuvieron la educación de patalear rabiosos. Es más, aún les duele.
-En cambio con usted…
-En cambio conmigo a los suertudos y tramposos del Madrid parece darles lo mismo. Y no lo entiendo.
-¿No lo entiende?
-No. Naturalmente que no. Con el Madrid gané una liga cuando jugaba con ellos, con el Barça dos; el doble. Y no dijeron nada…
-Y después como entrenador…
-Exacto. Que me estoy hartando a ganar cosas y los sinvergüenzas del Madrid no dicen nada. ¿Cómo no voy a ser culer si ni siquiera he conseguido que los del Madrid me odien?
-Hombre, no será para tanto…
-Es horrible. Les caigo mejor que Joan Gaspart, y yo he hecho muchísimos más méritos.
-Después de sus largas vacaciones de este año, ¿cuáles son sus objetivos para el año que viene?
-La Liga, la Copa y la Supercopa de España…
-¿Y la Champions?
-No sabe usted qué cómodo es mi sofá.