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Azores, un prodigio de la naturaleza en el Atlántico (I)

Los paisajes son espectaculares.

Nueve islas, nueve pequeños mundos, que tienen tanto en común como de diferente, pero en las que la todos sus habitantes comparten su simpatía y amabilidad hacia el visitante. Un archipiélago que, por su lejanía, por estar en medio del Atlántico norte, han sido mil veces perdidas y halladas. Fueron descubiertas por Diogo de Silves en el siglo XV y colonizadas después por navegantes en busca de nuevas tierras para la esperanza. Hay mucho que ver y hacer en las nueve islas. Aquí proponemos 10 experiencias que no hay que perderse.

01.- Saborear el cocido bajo tierra de San Miguel

En las afueras de Furnas, en la isla de San Miguel, la mayor del archipiélago, se encuentra una caldera, con oquedades donde se pueden ver lodos en plena ebullición. Desprenden calor y de ellos sale a borbotones la tierra hirviendo. Como cada mañana, los micaelenses destapan los agujeros situados alrededor de los cráteres y colocan en su interior grandes ollas con carne y verduras. Seis horas después se produce el desentierro: no hay que demorarse, el cocido está listo para comer y es un gustazo. Muy cerca se encuentran las piscinas naturales de aguas férreas, con temperaturas en torno a los 28º C. del Parque de Terra Nostra, un vergel tropical de 12 hectáreas con plantas exóticas. Claro que no es lo único que hay que hacer en este isla. Este es también el mejor lugar para observar cetáceos, hasta más de veinte especies distintas entre ellos las ballenas azules, el mayor animal sobre la faz de la tierra, con cerca de 30 metros y hasta 150 toneladas. Por supuesto hay que disfrutar de la capital, Ponta Delgada, con su arquitectura peculiar en blanco perfilado del negro del basalto. Hay que pasear por su Praça de Gonçalo Velho Cabral, contemplar las Portas da Cidade, de 1783, levantadas en el punto exacto hasta el que llegaba el mar. Tras ellas se vislumbra la torre de la iglesia Matriz, con una hermosa portada de estilo manuelino en piedra blanca que fue traída ex profeso del continente. Otro de los lugares de encuentro en la isla es la avenida Infante Dom Enrique, conocida como la Marginal. Hay que visitar los lagos de increíble belleza, bosques casi impenetrables con vegetación exótica, volcanes y pequeñas playas. La llamada "isla verde" es considerada por muchos como la más bonita y la más diversa de las Azores. A ambos extremos se llega por sinuosas y estrechas carreteras que se retuercen entre paredes de musgo. Los miradores del Pico do Carvão, Vista do Rei y Cerrado das Freiras, con sus espectaculares vistas sobre pequeñas lagunas, constituyen el preludio de lo que aguarda a 550 metros de altitud, en Sete Cidades. A la derecha, el lago Verde, a la izquierda, el Azul. Ambos lagos forman la imagen más repetida en todos los folletos turísticos que proponen lAzores como destino de naturaleza.

02.- Tomar un vino Patrimonio de la Humanidad en Pico.

En la segunda mayor isla del archipiélago y en la que se encuentra la montaña más alta de Portugal, precisamente Pico, que le dio nombre, con 2.351 m de altitud, y gracias a su clima seco y cálido, junto con la riqueza mineral de los suelos de lava y la disposición del terreno en un impresionante mosaico de piedra negra „los currais„ ha permitido un creciente éxito del cultivo de la viña, en la que predomina la variedad verdelho que goza de fama internacional e, incluso, llegó hasta la mesa de los zares rusos. Algo apartado del centro abre sus puertas el Museu do Vinho, ubicado en un antiguo convento carmelita más tarde reconvertido en bodega. El 80 por ciento del vino azoriano se produce en Pico, con el verdelho como principal variedad. En Pico se encuentra uno de los mayores tubos de lava visitables del mundo, la Gruta das Torres, con cinco kilómetros de longitud embellecidos por diversos estalactitas y estalagmitas lávicas y paredes estriadas. Otras paradas obligadas son las lagunas de Capitão, de Caiado y de Paul, y también el mirador de Terra Alta situado en la carretera que rodea la isla por el norte, desde el cual se puede observar la isla de São Jorge, así como el paisaje que ofrece la riqueza forestal de la isla de Pico.

03.- Estampar la firma junto

a los amarres de Horta, en Faial

Hubo un tiempo en que los mapas hablaban de Faial como la "isla de la Ventura". Porque era una auténtica aventura llegar hasta ella. Hoy, un moderno aeropuerto pone a Horta, su capital, en conexión con Lisboa en apenas unas horas. Su puerto, con mucho encanto, ha quedado como simple atraque de yates y embarcaciones deportivas, pero Horta fue durante años lugar de escala y aprovisionamiento de compañías balleneras de Nueva Inglaterra que reponían sus tripulaciones con valientes azoreños. Visita imprescindible en el puerto es el legendario Café de Peter, con su museo de scrimshaw -grabados de escenas de la vida azoreña en huesos y dientes de cachalote. La isla recibió el nombre de Faial por la abundancia de fayas, pero ninguna isla puede tener más motivos para sentirse orgullosa de los inmensos macizos de hortensias, en diversos tonos de azul, que enmarcan las casas.

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