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Desde Austria

Una visita a Salzburgo (I)

Una visita a Salzburgo (I)

Siempre me ha gustado Austria, sobretodo después de haber tenido la oportunidad de visitar Viena hace dos años. Austria tiene esa belleza que caracteriza las cosas desapercibidas, las cosa simples. Tiene ese precioso defecto consistente en que todo sale como está planeado. Exactitud germánica. Allí, por norma general, no le pasan a uno grandes aventuras imprevistas como en China, Brasil, Rusia, etc. Lo que tiene que pasar pasa y lo que no, pues no. Como buen país germánico.

Hoy no les voy a hablar de la relación entre Salzburgo y Mozart, como es previsible en mis escritos; clasificables ya según hable de Mozart o de John Lennon. Hoy no. O al menos lo intentaré evitar en la medida de lo posible porque así como Liverpool es equivalente a The Beatles, Salzburgo es Mozart. Los Mozartkugeln (bombones mozartianos), la casa donde vivió con su esposa Constanza, su vivienda natal, etcétera, ocupan la mayoría de publicidad turística de la ciudad.

Sea como fuere, me escape dos días de la rutina laboral dispuesto a conocer un pelín este rincón europeo patrimonio de todos. De esta manera me hice una lista y empecé el recorrido. Primero tomé el desayuno en el Café Tomaselli de la Residenzplatz, la plaza más importante del casco antiguo de Salzburgo. Este café es básicamente el equivalente a nuestro Ca'n Joan de S'Aigo. Junto al café probé una gran tarta de fresa y frambuesa que a más de uno le haría la boca agua como me sucede a mí al recordarlo. Muy aconsejable mallorquines, es parada obligatoria. Poco después cogí el funicular que sube hasta la fortaleza llamada Hohensalzburg y que corona una de las tres colinas que rodean el centro histórico. Me di una vuelta por el pasado mientras observaba artilugios de tortura y retratos al óleo de los diversos arzobispos que controlaban la ciudad. Entre ellos estaba el del famoso Hieronymus Franz Von Paula, famoso por haber hecho la vida imposible a Mozart. Qué cosas tiene la Historia... Este recinto tiene, ante todo, unas vistas fabulosas a los Alpes que ya valen el precio de la entrada. Las mismas vistas que debió ver Napoléon en su conquista de la ciudad.

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