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Desde Turquía

Un largo viaje de Washington a Ankara

Un largo viaje de Washington a Ankara

"Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias". Nunca pude imaginar que con esta bonita frase del poema de Konstantinos Kavafis podría llegar a sentirme identificada el día que dejé nuestra querida "roqueta". Es cierto que no pedí que el camino fuera largo pero estos siete años sí que me han brindado algo que andaba buscando: las mejores experiencias y aventuras.

Actualmente vivo en Turquía. Sí, en Turquía. Y uno se preguntará ¿cómo he llegado hasta precisamente este lugar de todos los que hay en el mundo? Muy sencillo: el azar. El azar como coincidencia de factores independientes en los que se han cruzado por medio muchas oportunidades y decisiones, muchas personas y situaciones y por último mucho valor.

Remontándome al inicio de mi viaje empezaré diciendo que dejé Mallorca como residencia oficial un septiembre del 2008, cuándo me trasladé a Barcelona para cursar la carrera de Ciencias Políticas y un máster en Relaciones Internacionales. Una vez terminado el máster hice mi primer salto a través del Atlántico, dejándome caer por Washington D.C, Estados Unidos. Aunque allí viví una de mis primeras experiencias en el extranjero, puedo asegurar que el primer choque había sido ya mudarse de Mallorca a Barcelona. Viví en Washington DC una de mis mejores experiencias: realizando unas prácticas en la Misión Permanente de España ante la Organización de Estados Americanos, en sus siglas (OEA). Sí, fue tan increíble como aparatoso el nombre. Tuve la oportunidad de trabajar en una organización internacional desde dentro y conocí a muchísima gente de todo el mundo, y en especial del continente americano. En este momento se despertó aún más mi interés por los trabajos en el extranjero y fue cuando supe que mi viaje iba a ser más largo de lo que esperaba al salir de España.

Antes de que las prácticas terminaran empecé a buscar trabajo en Estados Unidos, ya que mi objetivo principal era quedarme en esa tierra donde entendí que el "American Dream" o "sueño americano" no era una invención de las películas de Hollywood, sino una posibilidad real. Cuando mi estancia en la capital de la política estadounidense no podía ser más pletórica, un día conocí a una persona que me ofreció unirme a su equipo de trabajo. Por supuesto a toque de tarjeta y contacto, muy a la americana. Apareció ante mí el trabajo de mis sueños, en el cual se trataba un tema para el que me había estado preparando mucho -la guerra de Siria- y además estaba localizado en unas oficinas con vistas a la Casa Blanca. Por si esto fuera poco, también me ofrecían arreglarme los papeles para obtener el visado de trabajo estadounidense -todo un lujo- y viajar personalmente a la región para hacerme cargo de alguno de sus proyectos. ¿Qué más se podía pedir? ¿Mi respuesta? Sí a todo. Empecé a trabajar el lunes siguiente de terminar mi práctica en la Embajada y todo iba sobre ruedas. Como mi visado terminaba al cabo de unas semanas mi jefe decidió que un compañero y yo fuéramos al extranjero -Turquía- dónde disponían de otra oficina y así aprovechar para hacernos cargo de algunos proyectos que requerían de nuestra presencia física. Todo esto fue durante enero de 2014 y la estancia iba a ser sólo de unos pocos meses.

Como se puede imaginar, los meses se han alargado hasta la actualidad, diciembre de 2015. Pero no porque el trabajo de mis sueños fuera viento en popa, sino porque el viento sopla a veces en direcciones insospechadas. Desde el primer momento que puse el pie en Turquía, todo se empezó a tambalear. Primero descubrí que la oficina a la que me iba a incorporar la llevaba puesta en la maleta. Ni siquiera estaba claro la ciudad en la que nos íbamos a establecer.

Pero eso es otra historia que será contada en una próxima ocasión.Parece ser que la vuelta a Ítaca se iba a demorar más de lo previsto.

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