Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Impresiones otoñales

Hasta siempre

Hasta siempre

Esta semana he dado mi última clase en las aulas de la Universitat de les Illes Balears después de toda una vida académica explicando la asignatura de Antropología a los alumnos. Comencé a hacerlo en octubre del año 1975, cuando el general Franco aún vivía -aunque duró poco- y la UIB ni siquiera había nacido y los estudios dependían de dos universidades distintas de Barcelona. Las clases de humanidades y ciencia sociales se impartían en Son Malferit, en un edificio pensado como colegio o instituto y de cierta sordidez, así que a la que el tiempo mejoraba solía sacar a los estudiantes al patio siguiendo el ejemplo, dicen, de Aristóteles.

Entré en Son Malferit como profesor encargado de curso gracias a la benevolencia del decano de Letras de entonces, el geógrafo Tomeu Barceló, y un poco de rebote; porque los alumnos andaban a la greña con su profesor, un clérigo de la orden mercedaria, y en busca de algo de paz me contrataron a mí con la esperanza, supongo, de que mi idea de la antropología estaría más bien lejos de los preceptos monacales. Pero quizá esa distancia fuese excesiva. Nada más saber que iba a dar la asignatura viajé hasta Barcelona, a cuya Universidad Central estaban asignadas las clases de letras de Mallorca, con el fin de presentarle, además de mis respetos, el programa que pensaba impartir al catedrático de la materia, toda una referencia en la Antropología cultural de entonces cuyo nombre será mejor que no dé ya que tampoco he detallado el del sacerdote. Me echó de su despacho nada más ver que mi temario incluía capítulos de evolución humana.

Cada vez que hablo de mi carrera académica con un extranjero me cuesta horrores que entienda por qué si he explicado esa materia, evolución humana, ocupo una plaza de Filosofía moral desde que gané la oposición allá a principios de los años ochenta del siglo pasado. Como los extranjeros no entienden siquiera lo que es una oposición, la tarea no es fácil. Pero resulta bien sencillo de explicar para cualquiera que conozca nuestro país: el rector de aquel momento no quiso que se convocara la plaza de Antropología y tuve que opositar a Ética y Sociología, que luego se convirtió en Filosofía Jurídica, Moral y Política.

Algo más tarde al ministerio le dio por adelgazar la cátedra y me preguntó a cuál de los tres saberes quería acogerme. Les contesté que nadie me había preguntado a la hora de ir aumentando mis competencias, así que tampoco tenía por qué decir nada al disminuir éstas. Pero que en caso de necesidad perentoria de tener que elegir, optaba por Corte y Confección. Mi oficio fue yendo y viniendo entre Madrid y Palma a lo largo de todo un año hasta que un vicerrector de entonces me pidió como favor personal que lo retirase. Me temo que estamos a años luz de, por ejemplo, la Gran Bretaña.

Sea como fuere, mi trayectoria docente se acabó ya, para alivio de los alumnos. Ha durado un suspiro y lo he pasado muy bien así que motivo para quejarme, no tengo. Aún seguiré investigando con los proyectos pendientes y los que salgan pero no será lo mismo. Yendo al extranjero, no tendré que explicarle a nadie qué quiere decir eso del funcionariado, las áreas de conocimiento y las oposiciones. Y ya me estaba acostumbrando.

Compartir el artículo

stats