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Memorias de la cocina

Comilonas tradicionales en Navidad

Aunque la Navidad no es la mayor de las fiestas cristianas, ninguna se le equipara en derroche y consumo. ¿Cómo se ha convertido la celebración del nacimiento de un niño pobre en Belén en una fiesta que simboliza, mejor que ninguna, los excesos gastronómicos y de toda índole?

La celebración navideña no arranca con el cristianismo, sino que se afianza varios siglos después. Aunque algunos estudios situaban el nacimiento de Cristo en el mes de mayo, el papa Liberio, en el año 354 decidió que la fiesta se celebraría el 25 de diciembre. Quiso aprovechar la celebración pagana del solsticio de invierno y, en especial la romana del sol invicto -el 25 de diciembre- para "cristianizarla" y para facilitar la incorporación de antiguos paganos en la Iglesia católica sin necesidad de perder todas sus antiguas costumbres.

De todas maneras, la fiesta fue perdiendo importancia con el paso de los siglos y más con la reforma protestante. No sería hasta el siglo XIX, con la aportación de varios escritores románticos, que idealizaron las reuniones familiares en Navidad (Un cuento de Navidad, de Charles Dickens) y fomentaron las felicitaciones, los regalos y los encuentros a manteles.

Desde entonces, la vertiente comercial ha ido creciendo año tras año, hasta convertir la Navidad en fiesta religiosa, pero más que nada, consumista. Nuestra cocina tradicional no es una excepción.

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