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Agricultura

Almendros: Aquellos árboles altivos

La venta de almendras supuso una fuente de ingresos sustancial para la mayoría de las familias payesas. Ahora los precios hacen que algunas cosechas queden sin recoger

En Alaró, un amigo ilustrado y docto del campo, Bartolomé H., desde la atalaya de sus 84 años, me ha contado „con detalle„ la peripecia del almendro en Mallorca. Pacientemente, se remonta al tiempo de la conquista „de Jaume I„ cuando unas pocas familias nobles, los butifarras, propietarias de grandes extensiones de terreno, vendieron cantidad de hectáreas de viñedo (tinto), lo que dio lugar a un minifundismo de tipo familiar, que posteriormente dificultó mucho la comercialización de la almendra. El cultivo de la viña proliferó en Mallorca a lo largo del siglo XIX, favorecido por una exención de impuestos a la siembra de viñedos, y, la desaparición de la viticultura francesa después de que la filoxera acabara con ella. Por aquel entonces, según Bartolomé, "había en Mallorca alrededor de 82,000 hectáreas de viñedo y se exportaban tres cuartas partes de la producción de vino junto con pulpa de albaricoque y los higos secos".

Desde Porto Colom, los vinos mallorquines (el tinto de cuerpo mallorquín mezclaba bien con el vino, muy flojo, del Midi francés), se exportaban hasta Francia „Marsella„ Cuba y Puerto Rico, siendo Felanitx la comarca que vivió con mayor intensidad el auge del vino (Es Sindicat es testimonio lánguido de ello). También cabe destacar Llucmajor, por donde también entró „desde la Península„ la filoxera, asolando los viñedos y dejando a la isla sumida en una grave crisis, de manera que la gente del campo no tuvo más remedio que trabajar otros cultivos. La exportación de vino y aguardientes a Francia fue consistente hasta 1891, cuando la filoxera acabó con la viña mallorquina como ya sucediera años antes con los viñedos franceses. Tras esta plaga bíblica hubo que arrancar las viñas y empezar a sembrar almendro, albaricoque, higuera y algarrobo, que fueron los sustitutivos en los que se volcaron los payeses para poder subsistir. "Se hacían los planteles con almendra amarga y se injertaban. Se hacía así porque la amarga es más resistente a la sequia".

En aquellos tiempos „marcados por la escasez y la austeridad„ cuando el año iba bien para los payeses, la venta de almendras supusieron una fuente de ingresos sustancial para la mayoría de las familias payesas. Pero llegó el boom y los hijos de los que sembraron los almendros prefirieron trabajar en el dorado del turismo, lo que coincidió con el natural envejecimiento de la población. Aquellos almendros, altivos, que permitían comprar una casa en el pueblo o un par de cuarteradas , pagar los estudios de los hijos o afrontar cualquier avería, están hoy lejos de aquella prosperidad porque se mueren en el olvido, con los frutos sin varear, las ramas caídas y desmelenadas, en campos sin labrar e invadidos por la maleza. No tengo, aún, todas las claves de este drama, pero ando detrás de entenderlo porque aquí se conjuga la extinción dramática de un paisaje, de un modo de vida rural y de toda una época. Demasiado a la vez.

El desengaño de muchos payeses, la falta de profesionalidad, el desinterés por parte de las jóvenes generaciones, los bajos ingresos procedentes de la almendra, el envejecimiento de las plantaciones o la inexistencia de un esfuerzo común en beneficio del sector, son algunos de los motivos que pueden explicar "un desánimo generalizado" como expone Jaume Fornés en su investigación El cultiu de l´ametler a Mallorca. Pero hay motivos para la esperanza. En la zona de Llucmajor se han sembrado 150 hectáreas de almendros jóvenes sobre pie franco, parecido experimento al de la carretera vieja de Alaró „entre Santa María y Consell„ y que mi amigo alaroner ve con optimismo pues se han incorporado nuevas variedades.

Recuerda Tomeu que, junto con un grupo de productores, fue pionero en crear, en Consell, la primera cooperativa de almendras que hubo en la isla. Con ese motivo, los recibió en Madrid el entonces ministro de agricultura, Allende y García-Baxter quien, a mitad de la audiencia, recibió una nota de un ujier informando de que el jefe del gobierno, Carrero Blanco, había volado por los aires. Los mallorquines salieron por piernas del Palacio de Fomento, camino de casa.

Los Seguí proceden de Moscari, donde los abuelos ya eran propietarios de una finca, Ca´n Carrinya, cuyo nombre perpetúa la tradición familiar. Joan Seguí es el mayor de los hermanos y heredero del malnom. "El auténtico Joan de Ca´n Carrinya era el hermano de mi padre que murió hace unos 20 años. Era payés de toda la vida, hombre de pocas palabras, genio corto... muy corto e inmensa sabiduría. Era podador. Realmente era cirujano de árboles. De estos que ya no quedan. Entonces los podadores se ocupaban de cualquier trabajo en el campo: poner rejilla, injertar, podar, cuidar animales... De todos ellos hay mil y una anécdotas, pero lo que entonces no veía y ahora comprendo es la pericia y tranquilidad con la que hacían su trabajo. Verlos podar era todo un arte."

Este noble grandullón ha echado más de 35 años de su vida peleando desde la atalaya de un tractor con la call vermell, la tierra roja de Mallorca, arcillosa, formada por la erosión de rocas calcáreas y propia de climas mediterráneos que alternan una estación seca con una húmeda. "Yo acabo de cumplir los 44, pero recuerdo que con apenas 7 u 8, a finales de agosto, mi madre nos despertaba al alba para ir a recoger las almendras. Así aprovechábamos "sa fresca" de la mañana, lo que nos permitía descansar durante las horas de mayor insolación para volver a media tarde hasta el anochecer. Las fiestas de Moscari son el último fin de semana de agosto. En aquella época era costumbre colocar las banderas „mallorquina y española„ en lo alto del campanario del pueblo. El "izado" se acompañaba con un repique de campanas que, por la elevada localización de la iglesia, se escuchaba desde la finca donde cogíamos las almendras. ¡Cuando oíamos las campanas el cansancio desaparecía y no veíamos la hora de acabar para subir al pueblo a disfrutar de las fiestas!

No había casa en el pueblo que no recogiera las almendras y las algarrobas. En esa época „debían de ser principios de los 80„ los almendros eran casi el bien más preciado en la isla. Entonces el campo en Mallorca estaba mucho mejor cuidado que ahora. Durante el invierno se podaban y abonaban los árboles para preparar una buena cosecha. También se labraban las fincas, primero con arado al final del verano, siempre aprovechando la humedad que tiene la tierra varios días después de la lluvia".

Pero desde 2008, Mallorca asiste a la decadencia y muerte de los almendros, una realidad visible en la brotación deficiente, la insuficiencia clorofílica en las hojas, la flacidez generalizada y la muerte de ramas y árboles enteros. Basta hacer un corte transversal en alguna rama para apreciar síntomas de necrosis y oscurecimiento vascular. La irrupción de hongos de la madera podría ya haber causado la muerte a 100.000 almendros, que se dice pronto. La plaga es particularmente severa en la zona de Levante (Son Carrió, Sant Llorenç y Son Servera), aunque los males no se acaban ahí y se extienden a Santa Margalida, Santa María, Binissalem, Lloret, Bunyola, Montuïri...

"En aquellos años, los árboles eran lo más preciado que había en las fincas después de la familia. Si al arar con el tractor alguien rompía o sacaba alguna raíz de los almendros, el enfado y consiguiente rapapolvo estaban asegurados. ¡Parecía que el daño se lo habían hecho a ellos en vez de al almendro!".

Jaume Fornés, de Santa Margalida, es un reconocido experto de las plantaciones y tipos de almendras de Mallorca y desde el primer momento me alerta de los riesgos de este artículo, del que se alegra: "No caigamos en el error de los técnicos que culpan al abandono como única causa de la grave enfermedad que padecen los almendros. Hay otros muchos factores que inciden en ello, no únicamente el mal manejo de los agricultores como algunos apuntan"

En seguida, Fornés pone el acento en el grave retroceso que ha sufrido el cultivo del almendro en los últimos 50 años, con una pérdida total de 40.500 hectáreas. "No tengo en estos momentos datos posteriores a 2010, pero parece que buena parte de esas casi 24.000 hectáreas que aún se cultivan, se encuentra en mal estado y pronta a su desaparición. Hablamos de las plantaciones de secano. Otra historia son las de regadío y las que se proyectan ahora mismo „la práctica totalidad de regadío„ con variedades procedentes de centros de mejora genética".

Y me alerta sobre un trabajo desarrollado conjuntamente por la Universidad y las administraciones públicas en 2013, cuando se inocularon hongos hasta en nueve variedades (Vivot, Verdereta, Pou, Pons, Jordi, Guara, Marsbovera, Ferragnes y Glorieta) de almendros jóvenes „dos años de edad„ para tratar de medir los efectos de esta plaga. Al cabo de nueve meses, se pudo verificar la virulencia de estos hongos de la madera sobre los almendros, cuyos efectos cambian en función de las variedades.

Eduardo Cerdá ha sido, durante 23 años y hasta hace unos meses, jefe de compras del grupo Fruits Secs (Binissalem); ciertamente un experto en el sector agrario y de la comercialización de productos del campo. Como tal conoce bien su acción devastadora y propone medidas paliativas: "Debería haberse tomado la determinación de arrancar los árboles viejos de las zonas donde empezó la plaga y sustituirlos por árboles de nueva plantación esperando el tiempo necesario para injertarlos con las variedades de almendra tradicionales y de mejor rendimiento de la isla".

El caso es que, mientras se siguen arrancando almendros „para replantar especies más productivas o sustituir los árboles por cultivos más rentables„ prosigue el inclemente envejecimiento biológico. A pesar de que los árboles viejos son más vulnerables a los hongos asesinos, en Mallorca la mayor parte de los almendros con más de medio siglo de vida, siguen aún dando fruto, mientras en California, la vida útil de un almendro, en términos de explotación, no supera los 25 años.

Nuevas amenazas, como la merma de las abejas polinizadoras o la irrupción letal de la Xylella fastidiosa, se suman a las seculares: insectos, hongos, virus y bacterias varias, que sitian a los almendros y van a terminar por conformar campos agónicos que recuerden los paisajes de mi admirado Gerhard Richter. Sustituir los almendros abandonados por viñedos también implica tener que hacerse con los derechos de plantación, sin los cuales no está permitido su cultivo. Y alguien tendrá que explicar, en algún momento, qué vamos a hacer con tanto vino.

El combate para atenuar este desastre no es, en absoluto banal. El tratamiento, a base de compost y cobre, arranca en otoño, cuando comienza la caída de la hoja, el tiempo es húmedo y las temperaturas moderadas. Entre noviembre y diciembre se realizan aspersiones preventivas a base de cobre y desinfecciones con alcohol o sulfato de cobre. Ya en primavera, se aplican fungicidas de contacto y sistémicos autorizados. "Según los viejos del lugar, los campos de almendros debían estar a punto para navidades. Es decir, los árboles podados, la leña cortada y guardada o quemada, y los campos abonados y labrados. Así, durante enero y febrero, los meses de mayor frío, los campos permanecían "dormidos", esperando los primeros indicios de la primavera".

Aunque mucha gente lo desconoce, la poda es el momento de mayor riesgo para el ataque y proliferación de los hongos. Por eso, hay que evitar los cortes grandes y sesgados, y curar con resinas sintéticas las heridas que queden abiertas, a fin de eliminar posibles vías de entrada para la plaga. Mucho trabajo, pues, para tan escaso rendimiento y más cuando tampoco se hace lo suficiente para incrementar el precio de mercado de la almendra, lo cual incidiría en su comercialización al tratarse de un producto que aún permite añadir valor.

Me temo, pues, que el declive de este patrimonio esencial de Mallorca es un fenómeno cierto e irreversible y no una exageración más del apocalipsis climático. No es de extrañar que los payeses, saquen bandera blanca ante la California Almonds „por mucho que murmuren entre dientes "más vale comer un palo que una almendra de esas"„ y, hartos de precios famélicos, se rindan y abandonen con el consiguiente resultado sobre el paisaje.

A Joan no le cabe ninguna duda: "Es posible que las almendras californianas compitan en belleza con las mallorquinas pero en cuanto al sabor no tienen nada que hacer". Y Cerdá aporta las claves de la competencia con la almendra americana: "California, el primer productor mundial , dedica a este cultivo 283.000 hectáreas. Sin embargo las variedades que allí se siembran „"misión", "nonpareill" y "california"„ no alcanzan la calidad de las almendras que se producen en Mallorca, principalmente por su bajo contenido en grasas. Por eso las "mallorcas" ocupan un lugar destacado en las lonjas nacionales; algunas de las variedades más apreciadas, las ("marconas", "llarguetas" y "mallorca común"), a pesar de su poca presencia por la diversidad de tamaños, son muy apreciadas por los turroneros, dadas sus grandes cualidades organolépticas".

La obtención de la almendra limpia conlleva un proceso trabajoso escalonado en tres fases: 1) El "pelado" en Mallorca ("despelonado" o "descapotado" en la Península), en que se quita la piel al fruto, dejando la cáscara dura para que se seque. 2) El "cascado" o "descascarado" ("trencat" en catalán), que consiste en romper la piel dura para liberar el fruto. Y 3) El "pelado del bessó" (el grano). Existe aún un cuarto paso, el "tostado", que en algunas variedades mallorquinas como la "gomosa o de la canal", la "vivot" o la "verdereta", aporta un gran valor añadido. "Mi madre, mi hermano y yo cogíamos las almendras durante la semana. Mi padre trabajaba en una fábrica de lunes a viernes y los sábados y los domingos nos dedicábamos a recoger los sacos, pelar, solear y llevar a vender. Empezamos comprando un motocultor con un pequeño remolque con el que transportábamos los sacos hasta el almacén. Infinidad de veces nos dejó tirados por sobrecargarlo, hasta que el negocio fue mejor y compramos un tractor mucho más potente que fue el que utilizamos para pelar las almendras los años siguientes". Mucho esfuerzo para que alguien pretenda ahora eternizar a irredentos.

"Antes, la gente hacía negocio con la almendra. Con lo que se sacaba de la cosecha se cubrían las labores del campo y aún quedaba un pico de beneficio. Sin embargo los precios fueron cayendo progresivamente hasta que, hace unos 5 ó 6 años, el kilo de almendra pelada, ("trencada") llegó a valer poco más de dos euros. Sin trencar, unos 0,45 euros. Recoger el fruto salía más caro que dejarlo en el árbol, lo que provocó el abandono definitivo de los campos, ya iniciado por la feroz competencia de la almendra californiana, el boom de la construcción y el auge del turismo. Sin embargo, desde hace un par de años, el precio ha subido considerablemente. Hoy se pueden llegar a pagar hasta 2 euros por kilo sin trencar, cosa impensable en pasadas temporadas. Y si uno se fija, quedan pocas fincas sin recoger".

Este año la cosecha no ha estado tan mal como los pasados (ya se sabe cómo le gusta a la gente del campo pecar de realistas bien informados, aunque luego algún desalmado los tache de pesimistas). Recogida la almendra, preguntamos a cuánto estaban pagando este año el kilo despelonada. La respuesta: un euro setenta céntimos, desoladora para nosotros y aplaudida, sin reservas, por quienes llevan tantos años sin empatar.

Así, Eduardo Cerdá, no disimula su optimismo con los precios: "Las previsiones para este año son bastante buenas pues se prevé que la producción aumente un 16% respecto a la media del periodo 2008-2012. A ello hay que añadir, a principio de la campaña, el excelente precio del grano „alrededor de los 8 euros el kilo (2 euros la almendra en cáscara)„ lo que hará que la almendra se recoja en su totalidad. A señalar que en las ultimas semanas, ha bajado a los 7-7,20 euros y es posible que la tendencia siga siendo a la baja". Y explica las raíces de esta tendencia: "El mercado de la almendra en EE UU, muy controlado por la Blue Diamond, mueve grandes cantidades de producto, que sitúa a muy buen precio en los grandes mercados asiáticos y árabes. En los años pasados, los excedentes invadían el español, compitiendo a precios muy bajos. Y como los costes de producción y recolección eran casi iguales a los ingresos por la venta del producto, muchos agricultores optaron por abandonar el cultivo.

Sin embargo, ahora, los almendros californianos están acusando los efectos de la gran sequía que asola la región, por lo que la producción ha caído hasta el punto de que apenas logra abastecer esos grandes mercados. Todo hace indicar que en esta campaña, el precio de la almendra va a ser bastante beneficioso para el productor, lo cual tal vez anime a que se realicen nuevas plantaciones y se apliquen mejoras en las técnicas de cultivo.

Una oportunidad, sin duda, para nuestros agricultores que podrán aumentar el precio de venta; pero un revés para el industrial de la almendra que habrá de buscar alternativas a una materia prima tan cara. De hecho, los turroneros, que son los principales compradores de la almendra nacional, ya contemplan sustituir este fruto por otros como el cacahuete, conscientes de que este aumento en el precio de la materia prima, conllevará un incremento sustancial en el coste final del producto que se ofrece al consumidor". Y aporta propuestas para que esta aparente mejora no se quede en "flor de un día" y se consolide como una apuesta clara de futuro:

"Debemos potenciar la almendra mallorquina y situarla en el lugar que merece en los mercados mundiales. La escasa producción de Mallorca (alrededor de 2.000 toneladas de grano), las pequeñas oscilaciones de cosecha (máximo un 40%, un año desastroso), la no dependencia del agua (es un cultivo de secano), la denominación de origen IGP para la almendra de Mallorca y la lucha contra la desaparición de árboles, promoviendo nuevas plantaciones de variedades tradicionales de la isla, son factores imprescindibles para impulsar el reconocimiento de la almendra de Mallorca en el mundo y llegar a las cotas de producción de 4 ó 5 mil toneladas. anuales. Sin duda, un buen punto de partida, que habrá que reforzar con una adecuada labor de marketing y apoyo institucional".

Un septiembre más, hemos llamado a Pep ´Rossinyol´, de Lloseta, que atesora una vieja peladora, ya con la solera que le da el óxido avanzado de la herrumbre. Así que recién cogidas del árbol y mediante una tolva asociada al Fendt -el Rolls Royce de los tractores„ se vierten las almendras en el ingenio que, tras un monótono traqueteo, logra separar el fruto de la piel, que ya viene del árbol rugosa y oscurecida. Joan también tiene experiencia en esto: "Pasé varios veranos pelando almendras los fines de semana. En un solo sábado, podíamos llegar a pelar 300 sacos. Hay que "sufrir" de cerca la acción de una peladora trabajando para hacerse una idea: ruido infernal, polvo de almendra que cuanto más te rascas más te pica, chinches... Después de este arduo proceso, se hacía la cata para determinar si estaban maduras. Bastaba coger un puñado, agitarlas cerca de la oreja y escuchar. Si no sonaban quería decir que las almendras aún estaban verdes. Solución: extenderlas al sol durante un par de días, volverlas a ensacar y llevarlas a vender al almacén. Porque en cada pueblo solía haber un almacén para recoger las almendras y algarrobas cosechadas en verano".

El sabio llosetí, al tiempo que tutela el diálogo de la máquina con el saco, se erige en maestro y nos explica que la piel convertida en ceniza „con alto contenido en fósforo, calcio, magnesio y SM, el potasio„ se utiliza como fertilizante para preparar la tierra, destinada „entre otros cultivos„ a las imprescindibles patatas. Compost, pues, para la huerta: bio, la palabra mágica que uno escucha en Rongy, paradigma de vida sana. Y evoca aquellos años de postguerra, de higos y almendras, en que la piel se quemaba y, con las cenizas, las familias hacían un jabón negruzco para su aseo personal y para lavar la ropa, al tiempo que fabricaban la lejía virgen que servía de desinfectante y decolorante.

La luz de la horabaixa se va apoderando de la tarde y la escena de Pep Rossinyol maniobrando el ingenio, se convierte en imagen de un tiempo que se fue. Por eso, a mis amigos del asfalto caliente y canalla les ha gustado tanto esa fotografía, casi sepia, del llosetino gobernando, al tiempo, el artilugio y los blancos sacos repletos de almendra. "Cuando era joven, se dejaban los sacos llenos en la finca para pelar sin ningún problema y hoy en día si no se ponen a buen recaudo seguramente a la mañana siguiente ya no estarán... pero esto ya es otro tema."

Que el almendro ha dejado de ser rentable no admite muchas dudas, lo mismo que cada vez son menos los agricultores que lo cultivan, por lo que la producción ha bajado considerablemente, quedando en los campos mucho fruto, yacente, por falta de rendimiento. No es el caso este año. "No se dejaba ningún fruto sin coger, el almendro que moría por cualquier causa era enseguida reemplazado por otro. En invierno se cortaban las ramas secas, „los chupones se quitaban en poda de verano„ se abonaba cada dos años y cada cuatro o cinco se podaba para rejuvenecer el árbol".

Que se lo digan a mi vecino, Rafel ´sa Talaya´ Arrom, cuyos hijos, ya auto determinados, no quieren saber nada de campo „por mucho que los tienten con un tractor con cabina, aire acondicionado y radio„ metidos como están ya en negocios de supermercados en zonas de costa. "Cuando cumplí 18 años, mi padre me dio a escoger entre comprarme una barca o un tractor...Yo, como buen mallorquín de secano que soy, escogí el tractor."

Pero Arrom, a sus setenta y algunos años sigue peleando, el hombre, con fuerza menguante y la única ayuda de la dona, sin mayor satisfacción que la que le procura la venta de corderos de cuatro kilos, a 40 euros la unidad. Vete a hablarle tú a estos hombres de la Xilella fastidiosa que para ellos son libros de caballerías, por mucho que lo comenten cuando van a berenar de frit. Que hablamos de gente madrugadora que no anda perdiendo el tiempo con tertulias nocturnas en las que le dan varias vueltas a la desconexión de Cataluña.

Tiempos difíciles para un árbol en retirada, al que la Biblia cita diez veces y que, además de seña identitaria del paraíso, da un fruto rico en fibra y grasas que ayuda a bajar el colesterol LDL (para entendernos, el malo). Virtudes mayores como para un declive que se está produciendo con gran pena y sin ninguna gloria. Un drama, sin paliativos.

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