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El ingenuo seductor

Un poquito de respeto

Javier Maroto (i), y su marido José Manuel Rodríguez.

Soy paradoja. La actualidad me desconcierta, me aturde. La inmediatez de los sucesos, de los actos, de las palabras, me exige una reacción inmediata que muchas veces responde a un impulso, alejado de todo indicio de meditación. Por eso, una semana después de la boda de Javier Maroto y José María Rodríguez (lo popular que es ese nombre y ese apellido en la derecha) voy a hablar de la boda gay. Y empleo ese calificativo, boda gay, porque precisamente son las palabras del amigo de la pareja y primer político del PP en salir del armario (junio de 2012), Iñaki Oyarzábal, las que me han inspirado. Fue Oyarzábal quien, a través de su cuenta en Twitter, escribía: "A periodistas y medios varios: la boda de Maroto es una boda, civil para más señas, no es una "boda gay". Un poquito de respeto".

Y estoy de acuerdo. No me gusta que a nuestros logros, a nuestros derechos, se les defina con esa especie de chufla que tiene la expresión "boda gay". Especialmente en boca de aquellos que no son gays. Parece que estuvieran hablando de un subgénero, una excentricidad, y no es así. Es una boda. Sin adjetivos. Matrimonio igualitario lo llamaron en Argentina y aquí se lo hemos copiado porque nos parece una definición perfecta para precisar el derecho adquirido, no así la ceremonia de unión civil entre dos personas. Eso es, simplemente, matrimonio. La palabra y excusa que empleó el Partido Popular, el partido en el que milita Oyarzábal, Maroto y Rodríguez, para mantener, durante siete años, un recurso en el Tribunal Constitucional contra esa ley, la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Sin ser muy amante de las cábalas, supongo que tal vez lo que quería decir el señor Oyarzábal era lo siguiente: "A periodistas y medios varios: la boda de Maroto es un matrimonio, civil para más señas, no es una "boda gay". Un poquito de respeto". Y creo que todos le hubiésemos entendido. Incluso en su propio partido.

Me temo que ha comenzado una nueva era. La era de la regeneración política soft, como si para retratar a la plana mayor de los principales partidos recurriésemos a la vieja media en el objetivo, aquella que inmortalizó Sara Montiel, cuando ya existen aplicaciones en los smartphone que te dejan la cara como si te hubiese retratado Pierre et Gilles. Es la generación que nada tiene que ver con las fallidas decisiones que tomó su partido en el pasado pero que jamás invierten ni un segundo de su presente en cuestionarlas. La elegancia del dejar pasar. Y no tengo nada que objetar ante esa estrategia. Detesto el argumento de la herencia recibida pero obras son amores, que decía el refranero. Algo muy tradicional, por otra parte.

Si el propio Maroto se encargó, días antes de la boda, de recordarnos a todos que la ley del matrimonio igualitario está "asumida y reconocida" en el PP, voy a seguir con las cábalas, ¿no creen que hubiese sido un acto simbólico de una belleza extraordinaria ver al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, decir, en rueda de prensa sin plasma, que tras ver el amor que se profesan Javier y José Luis ha comprendido lo equivocado que estaba y aprovechar el momento para pedir perdón a todos los gays y lesbianas de este país? Sí, ya sé que algunos pensarán que eso solo sucede en las películas americanas pero la derecha británica lo hizo y el mundo no se ha quebrado por ello. Sin embargo, el Partido Popular, el mismo que tiene reconocido y asumido el matrimonio igualitario, no ha reconocido el acoso escolar por orientación sexual e identidad de género, no ha asumido que se hable de diversidad sexual y familiar en las escuelas, discrimina a las lesbianas en el acceso a la reproducción asistida y aún estamos esperando una ley estatal contra la violencia homófoba. Eso sin añadir que hay alcaldes en ese partido, como el señor Adolfo Pacheco, que compara la bandera arcoiris con la bandera nazi. Extraña manera de asumir y reconocer.

Pero aquí estamos, aguardando. Deseosos de comprobar si pasar toda una noche en la mesa Celine Dion puede convertir al presidente de un partido tradicionalmente homófobo en un líder pro derechos lgtb. El camino se demuestra andando -o bailando la conga, cada uno decide- y estoy seguro que el partido de Oyarzábal, Maroto y Rodríguez va a tener muchas oportunidades para demostrarnos que tienen ´asumida´ y ´reconocida´ la causa lgtb. Y hasta que eso no suceda,€ un poquito de respeto.

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