Las temperaturas veraniegas comportan cierta inapetencia. Los platos calientes, estimulantes en invierno, resultan poco apetecibles en esta época estival. Es por ello que la cocina contundente y rica en grasas de los meses invernales da paso a platos más sencillos, basados en ingredientes con alto contenido de líquidos, que además pueden -y casi siempre deben- comerse fríos: el trempó, nuestra inigualable ensalada veraniega, los platos de berenjenas, calabacines, pimientos, etc. y sus derivados resultan un buen ejemplo.
Aparte, nuestro organismo precisa de hidratación que le proporcionan todos los ingredientes mencionados más la fruta veraniega, especialmente el melón y la sandía.
Hay otra técnica que se utiliza en todas las estaciones del año, pero que resulta muy útil en verano: la brasa o la plancha. Con ella podemos dotar a nuestra dieta de las proteínas imprescindibles para la actividad diaria. Si bien en invierno la tendencia es brasear embutidos de cerdo en las fiestas emblemáticas de la estación, el verano se presta a consumir carnes menos grasas, pescados, mariscos y verduras que, solas o acompañadas resultan deliciosas.
Además de las ensaladas a base de tomate fresco, no debemos olvidar las que se preparan con berenjenas y pimientos asados, siempre apetecibles solas, acompañando carne, huevos o pescado, o en una inigualable coca de pebres torrats.
