El 25 de septiembre de 2011 la tardanza de su hija Nora en llegar a casa sobresaltó al matrimonio compuesto por Francisco José Ayala y María Teresa Ponce. La adolescente, de 16 años, no contestaba las llamadas a su teléfono móvil. Ante la preocupación creciente, decidieron ir a buscarla. No estaba muy lejos, su cadáver yacía en el descansillo del primer piso de la vivienda. Este fue el comienzo del fin de una banda de depredadores sexuales dedicada a prostituir menores a cambio de droga. El juicio a los doce presuntos miembros de la banda se celebra a partir de mañana en la Audiencia Provincial de Palma.

"Si Nora no se llega a morir no se llega a descubrir a esta red de pederastas", asegura convencido Francisco, el padre de la víctima. La denominada ´Operación Nancy´ culminó en mayo de 2012 con la detención de una docena de personas relacionadas con esta red pedófila.

Los padres de Nora sostienen que solo transcurrieron seis meses desde su captación por la banda hasta que apareció muerta frente a la puerta de su casa. "Nunca se le notó nada. Hablaba con normalidad y nunca parecía que pudiera estar drogada. Nadie se dio cuenta", explican.

Los únicos síntomas que hacían presagiar que algo raro le pasaba fue un miedo terrible a salir de casa. "En vez de ir al colegio, se quedaba en la escalera llorando", indica el padre de Nora. "Me levanté a mediodía después de ir trabajar por la noche y la encontré debajo de su cama", señala la madre.

Su familia no se explica cómo una chica "supertímida" y "vergonzosa" pudo cambiar tan drásticamente de comportamiento al ser captada por la banda de depredadores sexuales.

"Pensamos que en marzo cayó en sus manos. Una mujer contactó con ella en el parque de Son Cotoner. Ella estaba siempre rodeada de adolescentes", precisa el padre de Nora. "Hacía el papel de captadora y proporcionaba las chicas", indica Francisco.

"Nosotros queríamos que terminase los estudios. Le gustaba mucho la estética y empezaba un curso privado en octubre. Ya se lo habíamos pagado", explica. Pese a la tragedia vivida, apenas pueden dar crédito a que una adolescente como su hija pueda ser destruida en tan solo seis meses.

"No fumaba ni tabaco. Era una chica muy buena, muy cortada y muy manipulable. Se lo creía todo de todo el mundo. Como ella era buena, pensaba que todo el mundo lo sería. Eso le perdió", apunta Francisco.

Sin embargo, la muerte de Nora supuso un drástico punto de inflexión. Sobre las 23:40 horas del 25 de septiembre de 2011, al toparse con el cadáver de su hija, los padres de la adolescente se plantearon una serie de interrogantes a los que no hallaban respuesta. "Ella nunca subía por la escalera. Aunque era un primer piso, siempre cogía el ascensor. Tenía las llaves dentro del bolso y un golpe en la barbilla. Si se hubiese caído de espaldas, no se habría hecho la herida que tenía en la barbilla. Estaba en la parte izquierda y tenía que ir a la derecha", desmenuzan esas primeras sospechas.

"La tuve veinte minutos en mis brazos. Al principio pensaba que le habían pegado, porque tenía una zapatilla rota", indica el padre. Luego cayó en la cuenta de que alguien la debía haber dejado allí.

Nora tenía en su cuerpo una dosis letal de cocaína. Máxime al tratarse de una adolescente de complexión delgada. Los padres decidieron poner los hechos en conocimiento de la Policía. Agentes del Grupo de Homicidios comenzaron a investigar los hechos y, unos meses después, lograron desmantelar la banda de explotación sexual de adolescentes en la ´Operación Nancy´.

"Cuando estábamos en el tanatorio, acudieron todos los miembros de la banda. Eva, la mujer que contactó con Nora en el parque, estaba muy nerviosa. Querían enterarse de qué era lo que nosotros sabíamos", puntualiza la madre de Nora.

Regalos caros

Al examinar las pertenencias de la víctima, la familia de Nora se llevó una mayúscula sorpresa. Encontraron en su habitación una serie de regalos caros: un iphone, un ipad y cámaras de fotos. Los tenía escondidos para no despertar sospechas entre sus familiares de su doble vida, tras ser captada por la red de corruptores de menores.

En el perfil de Facebook de la menor aparecían una serie de contactos con el cabecilla de la banda. Nunca figuraba con su verdadero nombre. En su lugar ponía un apodo femenino para evitar ser descubierto. "¿Has visto a Lidia?", le preguntaban en esta red social.

Los encuentros sexuales a los que era obligada a someterse también aparecían referidos en su red social en clave. "¿Te va bien hoy para dar clase de informática?", le preguntaba el cabecilla de la trama de corrupción de menores. Esta pregunta escondía una nueva cita para prostituirla.

A raíz de este caso, los investigadores del Grupo de Homicidios solicitaron la intervención de los teléfonos de los principales cabecillas de la trama. Los agentes encontraron cuatro víctimas acreditadas de esta banda. Las pesquisas condujeron a la detención de una docena de implicados en la organización de corrupción de menores.