Los transmisores de la Policía Local de Palma tronaron la tarde del pasado domingo: se acaba de producir un robo por el procedimiento del tirón en la calle General Riera y la víctima, una mujer mayor, ha resultado herida al caer al suelo. Las primeras patrullas, que acuden al lugar a toda prisa, hablan con la anciana y recaban las primeras informaciones sobre lo ocurrido. La mujer había salido a pasear al perro, y una joven había intentado arrancarle el bolso de un fuerte tirón. Pero ella no lo soltó. Durante el forcejeo llegaron a romper el asa, y la anciana cayó al suelo y se hirió en las rodillas y las manos. La ladrona se marchó corriendo sin conseguir arrebatarle el bolso. La descripción aportada por la víctima y los testigos es muy característica: una chica de unos 25 años, de complexión muy gruesa y vestida completamente de negro. Una patrulla se dirige a un centro de indigentes cercano y allí encuentra a una joven que responde sin ninguna duda a los datos aportados. La sospechosa se pone a llorar como una magdalena y confiesa de forma espontánea: "Solo quería quitarle el bolso, pero no pretendía hacerle daño".

Robo a muletazos. Otro incidente surrealista se registró unos días antes en la calle Cabrera, en la barriada palmesana de la Soledad. Un vecino llama a la Policía Local y cuenta que hay un hombre cojo, que camina con muletas, y que está golpeando con una de ellas el cristal de un coche aparcado. Una patrulla policial llega al lugar poco después y localiza el vehículo, un Audi A3. Tiene una puerta abierta y la ventana rota. En su interior hay un hombre de cincuenta años, con dos muletas, que ha retirado la carcasa del volante y está manipulando los cables del encendido. Al menos no intenta huir corriendo. El presunto ladrón admite que estaba tratando de hacerle un "puente" al coche, pero que el vehículo es suyo. En ese momento pasa por allí un vecino que de forma espontánea replica al sospechoso: no es verdad, que él conoce al dueño del coche y no es él. Los policías le dicen que sí, muchas gracias, que ya se lo imaginaban.

Vandalismo infantil. La Policía Nacional acudió el sábado de la pasada semana a un colegio, cerca de la carretera de Manacor, ya que unos chicos se habían introducido en el recinto y habían provocado daños en el coche del conserje. Los tres presuntos vándalos, inexpertos ellos, son localizados en un campo de juegos junto al colegio. La sorpresa viene cuando los agentes los identifican y comprueban las edades de los gamberros: once y doce años. Si es que cada vez empiezan más jóvenes.

Una presencia extraña. La semana pasada dábamos cuenta de una serie de extrañas apariciones vistas en las autopistas de Mallorca. Pues en la noche del domingo se produjo otra en el recinto de camiones de la estación marítima. Guardias civiles y trabajadores de Acciona vieron a un individuo extraño, que llevaba una maleta, y que se introducía en la cabina de un camión. Tras localizar al chófer, se le acompañó hasta su vehículo. El conductor abrió la cabina y los agentes inspeccionaron su interior. Y nada. Se había esfumado hasta la maleta.

Intervención providencial. El martes a media mañana la Policía Local de Palma recibe una llamada que alerta del comportamiento de un hombre. Parecía abatido, había consumido varias bebidas alcohólicas en un bar, y los testigos vieron que llevaba una soga en una bolsa y se encaminaba hacia la zona de campo junto a Son Rapinya. Varias patrullas dieron una batida y le localizan poco después, evitando que cometiera una locura. Tenía ya preparada una carta y se disponía a colocar la cuerda. Los agentes le tranquilizaron hasta que llegó una ambulancia, y le trasladó a un centro sanitario para recibir asistencia psicológica.

El pistolero se llevó un buen susto. Las alarmas se dispararon el jueves por la tarde. Una persona llama al 112 y explica que ha entrado un hombre ebrio en una hamburguesería de Son Cladera, y que lleva bien visible una pistola. Tres dotaciones de Seguridad Ciudadana de la Policía Nacional acuden a toda prisa y reducen al sospechoso sin contemplaciones, ante la posibilidad de que fuera una pistola real. Luego comprobaron que se trataba de una pistola de imitación, que dispara balines. Pero a nuestro amigo Harry el Sucio el susto no se lo quita nadie.

Diario de Mallorca, en el juicio. En el juicio contra Hermenegildo F.S. por matar a golpes a su novia en Marratxí, su letrado, Fernando Mateas, mostró durante su alegato final ante el jurado un ejemplar de ese día de DIARIO de MALLORCA. El acusado había achacado el crimen a unos sicarios colombianos contratados por La Paca, y su abogado defensor mostró una noticia sobre la desarticulación de una banda de narcotraficantes colombianos en Palma para tratar de demostrar que no era algo descabellado.

Mala suerte. Dos muchachas que se hacían pasar por sordomudas para solicitar donativos a los viandantes en nombre de una supuesta asociación internacional tuvieron mala suerte el viernes, cuando abordaron en la calle Bonaire de Palma a una inspectora de la Policía Nacional que iba de paisano. En cuanto se identificó como oficial de Policía, las supuestas sordomudas recuperaron el habla milagrosamente, lo que no evitó que fueran conducidas a comisaría para ser identificadas.

Un extintor inútil. Una conductora que circulaba el viernes por la mañana por la Vía de Cintura tuvo que detenerse de repente al incendiársele el motor de su coche. En ese momento pasaba por allí un coche zeta de la Policía. Los agentes acudieron en su ayuda con un extintor, pero no pudieron hacer gran cosa. El extintor no funcionaba.

Rex se fue a dar una vuelta. Varios agentes de la Policía Nacional participaron a mediados de esta semana en una batida en busca del perro pastor alemán de los vigilantes de seguridad de la estación intermodal de Palma, que se había escapado. Los policías encontraron finalmente al perro merodeando por los alrededores de la plaza de España. Parece que incluso se había metido en un supermercado.

Jamacuco en el juzgado. Un hombre que estaba citado el viernes para un juicio de faltas sufrió un ataque de ansiedad, lo que obligó a retrasar la vista hasta que fue finalmente atendido por un médico forense, que le tomó la tensión.