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Con Ciencia

Microscopio

El holandés Anton van Leeuwenhoek fue la primera persona que pudo mirar por un microscopio digno de tal nombre. La razón de que así fuese estriba en que lo construyó él mismo y, al utilizarlo, abrió la puerta al mundo de lo diminuto. Así pudo observar y describir los primeros microorganismos animálculos, los llamó él, identificando las primeras bacterias.

Con el paso de los años los microscopios ópticos multiplicaron de manera asombrosa la capacidad de resolución que cabía lograr por medio de las lentes, desde los 250 aumentos conseguidos por van Leeuwenhoek a los que lograron (usando luz ultravioleta) doce veces más. Pero incluso así se sigue en la dimensión de los organismos, por pequeños que sean éstos.

El paso siguiente es llegar a sus componentes, y no a las células, que son del todo equiparables en tamaño a los animálculos de van Leeuwenhoek, sino a lo que es el sustrato mismo de la vida. Me refiero, claro es, a los ácidos nucleicos que componen el material genético. Cambiando el haz de luz por otro de rayos X Rosalind Franklin logró las primeras imágenes que llevarían a James Watson y Francis Crick a proponer la estructura del ADN. Sería necesario, no obstante, un haz diferente, el de electrones, para conseguir las primeras imágenes reales de una molécula de ácido nucleico.

El microscopio crio-electrónico ha permitido echar una ojeada siempre que entendamos que para las ojeadas verdaderas hace falta luz, así que se trata de otra cosa a los procesos de transcripción que tienen lugar en las funciones de los ácidos nucleicos. Yuan He, del Lawrence Berkeley National Laboratory de California y sus colaboradores han publicado en la revista Nature los resultados del estudio realizado con una resolución casi atómica para lograr un esquema de las estructuras del complejo humano de pre-iniciación, el conjunto de proteínas que son necesarias para que se realice la transcripción de la información genética, siendo ésta una de las funciones esenciales de los ácidos nucleicos. Dicho de otro modo, en cuatro siglos hemos pasado de percibir las bacterias a acercarnos mucho a los componentes de la manera que usan todos los seres vivos para su reproducción.

En buena parte la diferencia estriba en los medios técnicos de que se dispone pero eso no basta. Es necesario además mucho trabajo y un enorme talento. Con ese bagaje van Leeuwenhoek redujo al absurdo el mito de la generación espontánea de la vida. De haber existido entonces el Premio Nobel, se lo habrían dado. Watson y Crick indicaron cuál es la forma esencial de actividad de los mecanismos reales de generación de los seres vivos y por supuesto que lograron el mayor galardón de la ciencia. Rosalind Franklin hizo posible que se entendiesen los ácidos nucleicos pero fue olvidada a la hora de conceder el Premio Nobel. La vida es así de injusta.

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