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Evolución

Evolución

La síntesis de la teoría de la evolución por selección natural de Charles Darwin y de las leyes de la herencia de Gregor Mendel dio paso en el primer tercio del siglo XX al neodarwinismo, el paradigma más potente que existe para albergar las interpretaciones de las ciencias de la vida. Desde entonces se han sucedido los intentos de enviar la síntesis neodarwinista al cubo de la basura o, al menos, al cajón del olvido invocando tanto detalles del proceso de evolución -como la sucesión de periodos de estasis, sin cambios, seguidos de modificaciones bruscas- como del propio mecanismo evolutivo -las transformaciones que no dependen del material genético sino de su ajuste al medio ambiente durante la epigénesis-.

De una manera por completo distinta pero no por eso menos extendida, los defensores del "diseño inteligente" han querido descalificar el neodarwinismo sosteniendo que no es capaz de explicar la complejidad de los organismos. Para poder hacerlo sería necesario invocar la existencia de un diseñador sobrenatural que tenga en mente, por ejemplo, las distintas partes necesarias para que un ojo cumpla su propósito y sin cuya conjunción no sirve de nada (un ojo a medias, no ve).

Ni los defensores de una visión lamarckiana de los cambios evolutivos, que aplauden los retos de la epigenética, ni quienes defienden incuso ante los tribunales la necesidad de enseñar en escuelas y universidades la versión bíblica de la aparición de los seres vivos han logrado imponer un punto de vista distinto al neodarwinista entre los científicos. Pero entre unos y otros han conseguido al menos poner el punto de mira en la necesidad de enfoques alternativos al clásico. Con ese objetivo, el de calibrar las posibilidades de una "nueva síntesis" o, como se da en llamar, una "síntesis extendida" la Fundación Templeton de West Conshohocken (Pensilvania, Estados Unidos), una institución que dedica sus esfuerzos a tender puentes entre la ciencia y la religión, ha concedido becas por importe de nada menos que 8,7 millones de dólares para los investigadores que asuman la tarea de buscar apoyos teóricos y experimentales capaces de poner de manifiesto que la evolución puede seguir vías no genéticas, como son los caminos abiertos por los organismos que están evolucionando a través de cambios que provocan esos mismos organismos en el medio ambiente.

La respuesta científica al desafío de la fundación Templeton, como indica un comentario de Elizabeth Pennisi publicado en la revista Science, no ha sido unánime. Hay quienes critican que se empleen sumas ingentes de dinero en la búsqueda de huellas laicas -lamarckiana- o religiosas -del diseño inteligente- cuya defensa ha sido, hasta ahora, o inútil o insuficientemente fundada. Otros aplauden que aparezca la oportunidad de realizar estudios ambiciosos sobre las alternativas al neodarwinismo. En unos años, los resultados que se alcancen hablarán por sí mismos.

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