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Entrevista

Jorge Blass: "En Palma teletransportaré al teatro a una persona desde Facebook"

Jorge Blass es el ilusionista más televisivo de nuestro país.

-¿Qué se trae en la maleta?

-Una magia muy tecnológica e interactiva con el público. Magia del siglo XXI, con iPads y móviles, alejada de chisteras y conejos. He reunido en hora y media lo mejor de mi repertorio.

-¿Qué es lo más impactante que podrá ver el público del Auditòrium?

-Una teletransportación. Un espectador del público elegirá al azar a una persona de su Facebook y será teletransportada al teatro.

-¿Es un ejercicio sencillo convertir al público en actor?

-No es fácil pero es necesario. Creo que la magia tiene que ser hoy en día interactiva. A los espectadores les entrego un pequeño kit de magia y a lo largo del show les pido que lo utilicen, con el fin de que la magia suceda en sus manos. Los espectadores se convertirán en magos.

-¿Es la magia un arte?

-Yo estoy convencido de que lo es. La magia es un arte escénico, con unas cualidades increíbles, igual que el teatro, la música o la danza. Un arte que poco a poco ocupa espacios que hasta hace poco le eran extraños, como el auditorio de Mallorca o los teatros de las principales ciudades. Un arte que estaba escondido, relegado a otros espacios tal vez menores como pubs, pero que ahora está en boga.

-¿Para rendirse a un ilusionista hay que dejar volar la imaginación?

-Hay tres niveles en el público. En el primero están los más inteligentes, los que entienden el pacto entre el mago y el espectador, se dejan llevar y disfrutan; en el segundo entran los escépticos que, al final, se acaban creyendo la magia; y en el tercero, los escépticos totales, que no quieren y discuten, y son los que se pierden el espectáculo. En la magia, como en cualquier arte, hay engaño y hay que saber disfrutarlo, como ocurre con una película o un cuadro. De lo que se trata es de dejarse llevar y de sentirse como un niño de cinco años.

-¿Cada vez cuesta más sorprender al espectador?

-Yo creo que sí. Nuestro público es cada vez más escéptico y eso es todo un reto. Los magos tenemos que agudizar el ingenio e ir un paso por delante. El público que tenía Houdini era mucho más inocente que el que tenemos hoy en día.

-¿La magia ha sabido renovarse?

-Está en el proceso y prueba de ello es que consigue todavía fascinar y genera inquietudes. A todo el mundo le gusta maravillarse y no importa la tecnología que esté implicada, al final, la gente, en esencia, busca la fascinación.

-¿Cuál es la esencia de la magia?

-Para mí, la esencia reside en los deseos del público. Al final, el mago se fija en los sueños del público y es lo que materializa en el escenario. A todos nos gustaría volar, teletransportarnos, ser invisibles... eso es lo que hacemos los magos con nuestro arte y nuestros métodos."La mía es magia del siglo XXI, con iPads y móviles, alejada de chisteras y conejos"

-¿El ilusionismo puede funcionar como bálsamo ante la crisis?

-Sin duda. El público que viene a mis espectáculos sale con una gran sonrisa y ganan años en ilusión. La magia te renueva por dentro y te hace sentir otras cosas. Somos ilusionistas y por lo tanto en épocas de crisis es cuando más trabajo tenemos los magos.

-¿Alguna vez ha sentido la tentación de hacer desaparecer a alguno de los que nos han metido en esta crisis?

-Me encantaría pero tengo un acuerdo con la sociedad protectora de animales que me lo impide.

-Usted que ha actuado en cuatro continentes [únicamente le falta Oceanía]. ¿Un asiático se sorprende y reacciona del mismo modo que un europeo o un americano?

-Cada público es distinto. El asiático es muy expresivo y entusiasta, se levanta y grita; el americano también, muy de demostrar sus emociones; mientras que el europeo es más comedido, tranquilo. Yo creo que el aplauso del público europeo tiene un valor por encima del resto. Si consigues arrancar una buena ovación es que es sincera y de verdad. Aquí no se regala nada.

-¿Todavía resuena en su memoria el aplauso que le brindó David Copperfield?

-Desde luego. Copperfield es uno de los magos más influyentes del siglo XX, un renovador increíble de la magia. Te podrá gustar o no su estilo de macromagia pero desde luego es un personaje que me ha marcado mucho. En el show de Palma presento un truco que hago inspirado en Facebook y por el cual se interesó. Con él compartí una sesión de trabajo. Me dio muchas ideas y fue muy generoso.

"Copperfield me ha enseñado a transmitir una emoción a mayor escala y a crear escenas visuales"

-¿Qué le enseñó?

-En España ha habido durante muchos años tradición de magia de cerca, con Tamariz, Pepe Carrol...; pero poca tradición de magia de escena, de teatro. Un auditorio como el de Palma, con 1.600 butacas, exige otro tipo de magia. Copperfield me ha enseñado a transmitir una emoción a mayor escala y a crear escenas visuales como una tormenta de nieve.

-¿La magia también cabe en grandes estadios?

-Cuanto más público haya menos magia les toca. La magia no es un arte de grandes masas, como la música. Es un arte que requiere mucha atención y por eso funciona mejor en espacios cerrados. Una vez hice magia para el inicio de los sanfermines, ante 20.000 personas, y los de más atrás no la recibieron igual.

-¿Dónde están los límites?

-Los límites de mi magia y de cualquier mago están en la imaginación. Siempre que piensas que algo es imposible al final surge un mago y te demuestra lo contrario. Cada vez hay efectos más imposibles y sorprendentes. Siempre se trabaja en lograr el más difícil todavía.

-¿Cuál es su primer mágico recuerdo?

-El programa Magia potagia de Juan Tamariz. Tenía yo seis años y a él le debo mi descubrimiento de la magia. Es un maestro que nos abrió todo un mundo a una generación. Tamariz creó escuela.

-Enzo Lorenzo, Adrinalina, Mago Félix... En la isla proliferan los magos. ¿Qué consejo le daría a un principiante?

-Que lea mucho y que tenga cuidado con internet. Ver vídeos y repetir trucos no es positivo. Recomiendo asistir a sociedades de magia y relacionarse con otros magos.

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