Salen seis personas al escenario y de principio a fin del concierto se comportan como pasmarotes. Si el grupo es Oasis tal vez „solo tal vez„ al asistente a su actuación no le importe esa actitud estática. Pero no eran Oasis, sino Beady Eye, o lo que es lo mismo, Oasis sin Noel Gallagher „principal compositor de los éxitos del grupo y hermano del cantante Liam„ más tres de los diversos y desconocidos músicos que pasaron por la banda.

Salió Gallagher a escena y nada parecía haber cambiado: andares chulescos, mirada altiva al público, manos a la espalda y pose ante el micro como quien arrima los morros bajo un grifo de cerveza. Accesorios: toalla al cuello y chaqueta rojo fluorescente cerrada hasta arriba. Arranca a cantar y primera novedad: el cantante está alarmantemente afónico. Imposible llegar a sus clásicas tesituras de voz (monótonas para algunos) con las que popularizó unas composiciones tan clásicas como monótonas para muchos. Aquello fue Oasis: el perfecto exponente de grupo sobredimensionado por los poderosísimos medios británicos. Los Gallagher entendieron que a éstos les interesa tanto lo que pasa en el escenario como fuera de él. Y si es truculento, mejor.

El concierto duró una hora justa, corto tiempo ideal para ejecutar un espectáculo intenso e inapelable. No fue así. Como se iba intuyendo a medida que pasaban las simplemente correctas canciones de Beady Eye, el despiporre llegaría cuando tocasen alguna canción de Oasis, a pesar de que tampoco fueron nunca grupo de directos enérgicos. Fue Rock´n´Roll Star, y solo entonces hubo incandescencia entre el público. A día de hoy el repertorio del grupo de Liam no apunta hacia ninguna parte en concreto, y suena a remedo de otro. Su tirón es otro también: escasa media entrada larga, casi mil personas, para un ciclo, Mallorca Rocks, que ha proporcionado conciertos mucho más extraordinarios que este, a pesar del interesante apriorismo que suponía la presencia de tanto ex ganándose de nuevo el pan y la cerveza.