La obra de Albert Pinya jamás se ha caracterizado por ser especialmente comprometida con el contexto social en el que se ha gestado. Su proyecto artístico tampoco lo exigía, al menos así como él lo planteaba desde el principio. Pero estas últimas piezas que presentará a partir del día 7 en la madrileña galería Alegría parecen deslizarse a gusto en otros postulados de cariz más social (los temas son de portada de periódico: el paro, el crack financiero, los desahucios...), jamás sin abandonar la iconografía pop (su propia iconografía y sus propios antipersonajes), la que tan buenos resultados le ha reportado.

El taller del artista escupe ahora -el proyecto ha estado en el laboratorio un año- para su primera individual en la capital una quincena de piezas entre obra sobre tela, sobre papel, objetos y un audio de Triqui. Sobre el cambio que detectamos en su obra, Pinya advierte que sentía la necesidad de "describir el actual contexto de una manera más objetiva y realista", siempre sin abandonar el sentido del humor, el toque jocoso, la broma, el guiño, la comedia, "la forma más subversiva de expresión".

La "sensación de apocalipsis" en el país, que abotarga mentes y paraliza cuerpos -al menos a la mayoría-, ha conducido a Pinya a reflexionar sobre su propia función como artista. "No se trata de ser únicamente un creador de imágenes; ahora se me impone la función de cronista, por eso he abandonado el componente lúdico que tenían algunos de mis trabajos anteriores", argumenta frente a un enorme lienzo que representa una cola del Inem muy sui generis.

En este nuevo proyecto, advierte, los antihéroes han sido sustituidos por "héroes contemporáneos" y los villanos "son demonios vestidos con traje y corbata" ("reconocibles por todos, porque salen constantemente en los medios de comunicación"). Un ejemplo hecho pieza: un villano frente a un atril en posición de mitin electoral rodeado de dos fulanas que festejan su victoria. Apocalipsis.

¿Quiénes nos pueden salvar de ese averno? La cultura popular de Pinya (su narrativa es en el fondo como la de un cómic norteamericano -él espeta que más bien como la de una película-, pero imbuido por la cultura mallorquina) nos señala directamente a varios elementos (o héroes contemporáneos) a los que el ser humano puede aferrarse por haber en ellos respuestas. El primero de esos héroes representado en estas obras es el porc negre, "un elemento con características ancestrales, casi totémicas, una entidad consistente que sobrevive a lo efímero y a lo que es producto de la moda". Un porc que funciona como metáfora de la tradición propia, de la sencillez antigua, entendida como valor positivo. "Además de recuperar respuestas olvidadas por la amnesia en la que estamos inmersos, creo también que necesitamos modelos nuevos en el actual contexto que vivimos", razona. Porque los que hemos manejado han fracasado. Otro de los nuevos héroes que reconforta y podría guiar a la sociedad es el siurell vengador (otra vez el cómic).

Un apartado aparte se merecen las bolsas antimareo de distintas compañías aéreas intervenidas por el artista. "Vota ahora / pota ahora".

En definitiva, la obra del mallorquín se ha tornado más narrativa y social. En ella siempre hay juego, pero éste ha pasado a un segundo plano. Ah, y en este proyecto la pincelada está mejor resuelta. Es más precisa.