"Desde siempre me ha fascinado la mirada de los animales, lo que puede estar pasando por sus cabezas. Pero también me pregunto por el deseo que tienen todos los niños de tocar a los animales y el miedo que éstos nos tienen a los humanos", ha explicado a Efe Jacquet, quien ha trasladado al cine la experiencia que él mismo vivió en su niñez cuando se topó con un zorro en medio del bosque.

Jacquet narra esta poco convencional relación a modo de cuento tradicional, y profundiza además en la necesidad humana de poseer aquello que se quiere -sea objeto, persona o animal-, un comportamiento que la joven Bertille Nöel-Bruneau, protagonista del filme, "ha sabido llevar a la pantalla con talento".

Escrita por el cineasta antes que "El viaje del Emperador", en el que se aborda la migración de los pingüinos, "Una amistad inolvidable" llevó tres años de trabajo en los que, además del equipo tradicional de rodaje, se contó con varios especialistas en fauna salvaje y un grupo dedicado exclusivamente a grabar la conducta de los zorros.

"Rodamos con zorros salvajes y domesticados, según las secuencias. Una vez, preparando una toma en la que Bertille ofrecía comida a uno de los zorros amaestrados, de repente se acercó uno salvaje y conseguimos la imagen perfecta, ya que lo que buscábamos era transmitir el miedo y la emoción del momento", comenta Jacquet.

Asimismo, uno de los objetivos del cineasta era alejarse de la imagen arquetípica del zorro, al que se suele mostrar como un animal astuto e incluso malicioso, y que "no representa la realidad", ha apuntado el francés, que en la película ha pretendido "conservar siempre la conducta natural del animal".

De hecho, el equipo intentó, "en la medida de lo posible", buscar imágenes del zorro en su medio natural, y conseguir, a través del montaje de la cinta, las imágenes buscadas. Sin embargo, "había momentos en los que no se podía encontrar lo que buscábamos y teníamos que utilizar a los zorros domesticados", apunta Jacquet.

En este sentido, otro de los motivos que han incrementado la dificultad de realizar la película ha sido "la intensidad dramática, que resulta muy frágil al tratarse de una niña y un animal: no soporta ni el exceso ni la carencia total de diálogos humanos, por eso hay que encontrar una especie de equilibrio", explica.

De este modo, el director ha encontrado la forma de que las situaciones hablen por sí mismas dentro de un contexto en el que la naturaleza, total protagonista, es reflejo de la "necesidad" de Jacquet de "estar en contacto con ella".

Su próximo proyecto, "El fresco", que también combinará el documental con la ficción, reflexiona sobre la razón por la que el hombre, hace 35.000 años, "decide plasmar en las paredes de la cueva donde vive la imagen de un animal", comenta.