Las matemáticas conceden posibilidades de salvación al Mallorca, pero la lógica dicta que no tiene ninguna. Y ese es el auténtico drama porque el peor momento de la temporada, tanto de juego como de resultados, con una penosa racha de nueve jornadas sin ganar, ha llegado justo cuando se deciden los objetivos. Ni puñetero caso le han hecho a Luis Aragonés con su ya tópico mensaje de que todo se decide en la recta final. Ganar seis partidos de treinta y cuatro es una vergüenza, no cabe otro calificativo, pero si al menos se viera al equipo con amor propio, con orgullo, o con lo que ustedes quieran, habría motivos para la esperanza. Pero con un nuevo entrenador desorientado, un consejero delegado que lo sabe todo y no sabe nada y, sobre todo, una plantilla incapaz de frenar esta tortura, solo un milagro evitaría el desastre. Eso sí, como este es un deporte de locos y en el que las emociones son fundamentales, ¿se imaginan que el domingo el Mallorca gana al Córdoba?
