Su estancia en el Mallorca se redujo a tres temporadas, en dos etapas. Pero Francisco Bonet Serrano, conocido futbolísticamente por su primer apellido, dejó una profunda huella en la entidad mallorquinista. Por su personalidad en el terreno de juego, su gran poderío físico y por su madera de líder. Bonet, que tanto jugaba de líbero como centrocampista ofensivo, nació en Almuñécar (Granada) en 1959, y a los diez años se trasladó a Mallorca, donde fue a parar al Molinar. Con 15 años fichó por el Atlético Baleares, que un año después le hizo ficha profesional.

Su calidad no pasó desapercibida para casi nadie. Y el que pescó fue el Elche, que le fichó por cuatro temporadas El conjunto ilicitano le cedió una temporada al Palencia, entrenado por el mítico Paco Gento. Antonio Oviedo, por entonces entrenador del Mallorca, que lo acababa de subir a Segunda B, vio la posibilidad de contar con sus servicios cuando el jugador fue destinado a Palma para realizar el servicio militar. Con 19 años, se enfundó la camiseta del Mallorca por primera vez en la temporada 80/81 y, en su primer partido en el Lluís Sitjar, ante el San Fernando, consiguió el único gol del partido. El futbolista andaluz, criado en Palma, fue determinante en el segundo ascenso consecutivo del Mallorca. Autor de 16 goles, fue el máximo artillero del equipo rojillo. Y era centrocampista.

Jugó muchos y buenos partidos, pero ninguno como un Mallorca-Córdoba, el máximo rival para el ascenso. Aquel día, el equipo de Oviedo disputó un encuentro memorable, de los que se quedan en la retina del aficionado. El resultado, 5-0, con dos goles de Bonet, los dos primeros. En este equipo figuraban hombres como Reus en la portería, Iriarte -que durante muchos años fue el presidente de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE)-. Gallardo, Braulio, Orellana, Sahuquillo o Chea. El equipo ascendió con un punto de ventaja sobre el Córdoba y Bonet regresó al Elche, donde militó de 1979 a 1982.

Real Madrid y lesión. Estaba cantado que Bonet iba a acabar en un grande. Y así fue. El Real Madrid le fichó, y solo era cuestión de tiempo que fuera internacional con la selección española. Miguel Muñoz, entonces seleccionador, le ubicó en el eje de la defensa, que era su posición natural en el conjunto blanco.

Pero no todo fueron buenas noticias. La final de Copa del Rey que disputaron el Real Madrid y el Barcelona en La Romareda en 1983 iba a marcar su carrera profesional. Durante la final fue objeto de una dura entrada por parte del central azulgrana Migueli, un defensa corpulento y que no se andaba con chiquitas. Su rodilla ya no fue nunca la misma y ya no volvió a ser el mismo. Acabó de suplente en el Real Madrid.

Lo que necesitaba el jugador eran minutos. Y los encontró en el Mallorca de Serra Ferrer en la temporada 86-87, la Liga del play-off en la que el Mallorca finalizó quinto. Estuvo dos temporadas en el conjunto rojillo, jugando de hombre libre en la defensa. Su despedida del Mallorca y de la isla no pudo ser más triste porque finalizó con el descenso a Segunda en la temporada 87-88 en la promoción disputada contra el Espanyol. En realidad, se despidió del Mallorca y del fútbol porque su rodilla dijo basta. A los 29 años puso punto y final a una carrera marcada por la lesión sufrida a los 24 años en la final de Copa. Pese a todo, un ídolo de la afición mallorquinista.