El verano de 1992 fue uno de los más extraños de la historia del Real Mallorca. El fútbol profesional crecía a pasos agigantados, y también su deuda, por lo que el Gobierno aprobó por ley la conversión de los clubes en Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) con la promesa de sanear parte del enorme déficit que empezaba a ahogar a la Primera y Segunda División. El Mallorca se dispuso a aprovechar la oportunidad y acometió su transformación marcándose dos condiciones: la propiedad de la institución debía seguir en manos mallorquinas y repartida entre un numeroso colectivo de personas. El primer requisito se cumplió. El segundo, fracasó. Era necesario recaudar un capital de 649 millones de pesetas [casi cuatro millones de euros], pero la campaña popular de venta de acciones generó más desinterés que otra cosa entre los aficionados y solo ingresó cincuenta millones de pesetas.

Las aguas bajaban revueltas por las oficinas de la Plaza Barcelona. El club digería mal el descenso a Segunda División y una auditoría encargada por Miquel Dalmau, quien estaba decidido a liderar la nueva SAD, había puesto al descubierto una deuda astronómica de 1.200 millones de pesetas [algo más de siete millones de euros], la mayor parte contraída con Hacienda. Y eso que, según recogía la propia auditoría, la entidad había hecho caja con varios traspasos: 200 millones de pesetas por la venta de Miquel Àngel Nadal al Barcelona o los setenta millones que se ingresaron por el traspaso de Marcos al Sevilla. Miquel Contestí no se creía los números y aseguraba que él había dejado el club saneado. Por su parte, Llorenç Serra Ferrer responsabilizaba del descenso al propio Contestí y meditaba si aceptaba una de las dos opciones que Dalmau le puso sobre la mesa: seguir en el banquillo o hacerse cargo de la dirección deportiva.

Aunque no todo eran malas noticias. Gabi Vidal y ´Chichi´ Soler se concentraban con la selección española para participar en los Juegos de Barcelona. Y Pepe Gálvez, una joven promesa en la que el club había puesto muchas esperanzas, era declarado intransferible.

No hubo sorpresas y el grupo liderado por Miquel Dalmau, entonces director de la Policlínica, acabó asumiendo el control de la institución. El Mallorca formalizó su transformación el 31 de octubre de 1992 cuando se inscribió en el Registro Mercantil. Y un mes después el médico mallorquín se convirtió en el primer presidente del Consejo de Administración de la SAD durante una Junta de Accionistas en la que se aprobó un presupuesto de 700 millones de pesetas para la temporada 1992/93, que ya estaba en marcha.

El Real Mallorca había completado su transformación, como la inmensa mayoría del fútbol profesional español. Pero las penurias económicas no dieron tregua y aquel mismo ejercicio se cerró con más de doscientos millones de euros de déficit. Y lo que es peor: sin ascenso a Primera. Los bermellones sucumbieron ante el Albacete en la promoción, Serra Ferrer abandonó la entidad y al club le esperaba una larga travesía por la categoría de Plata.