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Análisis

Pasión en desuso

Lo que me llamó la atención del recientemente fallecido Jesús Hermida, con quien coincidí en Antena 3 de Radio, fue su capacidad para, dentro de una conversación, observar un detalle que a los demás pasaba inadvertido. Jamás olvidaba su pequeña libreta de bolsillo en la que, de repente, anotaba algo mientras los demás seguíamos hablando. Particularmente soy muy desordenado respecto a las notas, pero cambio el bolígrafo por la memoria y ayer, que tuve una vez más el placer de hablar de fútbol con Ramón Perpinyá, cuya cabeza es una enciclopedia, me hizo advertir que el último presidente del Mallorca al que le gustaba el fútbol fue Miquel Contestí. No estaría de acuerdo en que fuera un gran directivo, pero sí que hizo muchas cosas bien, entre ellas fichar buenos jugadores en una época en la que los medios con los que se contaban para conocer a un futbolista que pudiera interesar no tenían nada que ver con los actuales.

Cualquier persona que tiene la fortuna de trabajar en lo que ama, desempeña su labor infinitamente mejor que las que entienden sus funciones como un simple medio de ganarse la vida o hacer negocios. Cuesta creer que siquiera un trocito del corazón de Abramovich lata con el Chelsea, que el del jeque Al Thani lo hiciera con el Málaga o que el empresario chino que compró el Valencia comprenda eso de que el fútbol es un sentimiento, igual que los jugadores que besan el escudo del equipo por el que fichan, sin duda confundiéndolo con el cheque.

No, aquí no somos ajenos a esta corriente que amenaza, a medio plazo, la corona del deporte rey. Es más, he utilizado esos ejemplos para recordar que los aficionados no responden a llamadas de socorro, arengas o demandas de apoyo incondicional. Son los resultados, en primerísimo lugar, seguidos del buen juego y los futbolistas, quienes aglutinan todo el poder de convocatoria. Nadie mira al palco en lugar del terreno de juego, aunque muchos pagarían para que fuera al revés. El drama se cierne cuando te das cuenta de que no vale la pena fijarse en ninguno de ambos escenarios.

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