Gregorio Manzano dio algunas pistas ayer, en el primer entrenamiento tras la debacle del Camp Nou, de por dónde hay que buscar las principales causas del descalabro ante el Deportivo y el Barcelona, ante los que se ha encajado la friolera de ocho goles.

El técnico mallorquinista, que en la sala de prensa del Camp Nou acusó a sus jugadores de haber sido "demasiado nobles", mantuvo un aparte con Nunes, uno de los capitanes y peso pesado del vestuario. Técnico y jugador dialogaron sobre el césped de Son Bibiloni durante casi una hora. Se vio gesticular a Manzano, decepcionado con la actitud del equipo en Barcelona y, en particular, del nuevo fracaso de la defensa, que no para de encajar goles en todos los partidos. El entrenador andaluz, que a su llegada dijo que "un equipo que encaja tres goles por partido tiene muy complicado salvarse", no ha frenado la sangría de tantos encajados, trece en los tres últimos partidos, aunque dos de ellos ante los dos colosos del fútbol español. Manzano no ha dado con la tecla después de probar todas las combinaciones posibles. Ni Geromel, ni Conceiçao, ni Bigas han convencido. El único que mantiene el puesto es Nunes que, a sus 36 años, sigue siendo indiscutible para cualquier inquilino del banquillo mallorquista.

Y lo cierto es que el veterano defensa portugués no está cuajando la mejor temporada de su vida. Pese a su edad, parece intocable en el centro de la defensa. Pero es evidente que tanto Caparrós antes como ahora Manzano cuentan con él porque ninguno de los otros centrales han acabado de convencer. Conceiçao, de 23 años, está muy verde para jugar en la Primera División española; Geromel ha ido de más a menos. Sus errores han sido constantes pese a que se valora que saca el balón con criterio. Bigas ha sido un recurso cuando Geromel ha causado baja por sanción o lesión y por quedar relegado Conceiçao a un papel más que secundario.

Manzano tiene claro que para ganar los cinco o seis partidos que serán necesarios para evitar el descenso, el equipo tiene que dejar de encajar goles. Y, por supuesto, un cambio de actitud que se transforme en la intensidad en el juego que se vio el día del Sevilla. El último partido que ganó el Mallorca.