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Lletra menuda

El derribo de una gestión prepotente

La indigestión de la obligación legal de derribar los chiringuitos de las playas de Campos ha dejado al alcalde Sagreras con mal cuerpo. Tanto que se parapeta en el control de una casa consistorial entendida como chiringuito propio. El alcalde está enfadado y canaliza su rabieta a través de la negativa a limpiar las playas mientras no se hayan despachado las concesiones de sus servicios. Es una reacción que alberga pocas esperanzas sobre su madurez para dotar al cargo que ocupa de eficacia y responsabilidad, porque un alcalde consecuente no toleraría que la playa de la que se enorgullece con motivo y sirve de imagen insignia del litoral mallorquín, se transforme en peligro público a base de cristales rotos, residuos orgánicos y demás abandonos de ciudadanos poco higiénicos cuando salen de casa.

El actual gobierno municipal del PP en Campos ha saneado las arcas municipales, hace bandera de ello, pero no dispone de dinero para garantizar que en sus playas se pise arena limpia y no cristales y plásticos.

Sebastià Sagreras se está consolidando como el alcalde de las demoliciones. No tanto porque le habrá tocado ejecutar la de los apartamentos fantasma de Ses Covetes y los chiringuitos de Es Trenc, Sa Ràpita, Ses Covetes y Es Coto, sino porque con su comportamiento enfadado se empeña en inhabilitar y demoler la estructura y consistencia de la alcaldía que ocupa.

Todo apunta a que tampoco ha sabido rodearse de consejeros adecuados y que los elogios que recibe por su actitud están intoxicados. La solución debe llegar, por tanto, por vía de la soledad. Un paseo silencioso, al atardecer, le devolverá a la realidad. Es la terapia inexcusable para observar las cosas tal cómo son, sin añoranzas de intereses familiares vinculados a todo cuanto se desmonta y con perspectiva de servicio público.

Creado este ambiente, con la única compañía de la brisa y el rumor de las olas al romper contra la arena, se puede llegar a adquirir conciencia de que resulta del todo aconsejable mantener la playa limpia aunque después se carguen los gastos a quien corresponda, una vez obtenido el orgullo y la utilidad de la higiene pública. Este es el verdadero chiringuito que debe aprender a montar y explotar un alcalde que actúa en nombre de Campos.

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