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Can Garanya

Una historia hecha de esparto

Casi noventa años después, Can Garanya sigue manteniendo sus señas de identidad para evolucionar, una tradición familiar forjada en una pequeña tienda de alpargatas

Era 1928 cuando Sebastià Amer Vallespir se cansó de ser mozo en la cordelería de Can Soler, en la plaza Constitució de Manacor, y decidió instalarse por su cuenta. Vivía en el número 51 del carrer de Ciutat, lugar de menestrales, de artesanos de la carpintería, la herrería o la panadería, en una ciudad que empezaba a despertar de nuevo. Entre ellos Garanya se ganó un sitio. Utilizó la planta baja de su casa para vivir del esparto; allí abrió un negocio de cuerdas, alpargatas con suelas de auto y cestas de carretero. Todo hecho a mano y pensado, sobre todo, para servir a la gente del campo local en sus tareas rutinarias.

Pero el destino quiso que Sebastià muriera joven, y con un establecimiento en crecimiento, su hijo Toni decidió viajar hasta Aragón para repatriar a su hermano Sebastià, que en aquellos momentos estudiaba en un colegio de los Dominicos en Calanda. Ellos dos y el otro hijo varón, Joan, tomaron entonces la riendas.

Con un turismo en ciernes y ante la necesidad de crecer, en 1959 las dos viejas casas de Can Garanya fueron demolidas para construir la actual finca familiar, un piso para cada hermano para que bajo ellos continuara la tradición. Mientras duraron las obras los productos se trasladaron hasta el horno de Can Lliro (hoy transformado en un bar). Tiempo de zapatos Gorila o espardenyes Xiruca.

Y llegaron los setenta y con ellos el desarrollo y el primer supermercado de la ciudad, que bajo el original nombre de 'Manacor' abrió sus puertas en la misma calle, en 1969. Por mala gestión o por la falta de costumbre de los vecinos, duró apenas año y medio. Lo suficiente para que los tres hermanos vieran una nueva oportunidad a veinte metros de su establecimiento: muebles de terraza. "Sabemos que lo compraron por unos tres millones de pesetas de aquellos tiempos, a plazos", recuerdan Sebas y Joan Sebastià Amer, dos de los primos que han heredado el negocio. "Sin plástico generalizado, los muebles para el verano eran mayoritariamente de mimbre".

Llevan 30 años trabajando juntos. Ellos se encargan de visitar a los proveedores y de comprobar que los nuevos productos "aportan algo distinto pero siguiendo con la tradición. Nos gusta lo que vendemos y si dudamos con una referencia, no la traemos". Hay que tener en cuenta que algunos de los proveedores siguen siendo los mismos desde 1928, sobre todo los salmantinos o andaluces de mimbres y espartos.

"El producto más vendido probablemente siga siendo la alpargata de cuadros de toda la vida, la que vendemos en la tienda original y que nunca ha pasado de moda", subraya Sebas. Precisamente ahí ha podido radicar la clave del éxito continuado durante 90 años: en el hecho de saber diferenciar dónde vender cada cosa. "Por eso abrimos una tercera tienda con zapatos que nos gustaban, pero que no pegaban con los productos de siempre". En Can Garanya todavía es posible encontrar tapones de corcho de todos los tamaños o grandes cuerdas hechas a la manera ancestral.

En cuanto a famosos, por sus tiendas han pasado desde Camilo Sesto hasta la supermodelo Elle McPherson, pasando por doña Carme Servera o Rosario Nadal. "Ganas, tradición, trabajo e ilusión" definen nueve décadas.

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