La fábrica textil fue cedida en un 50% al ayuntamiento de Sóller tras el fallecimiento de Adela Oliver. La donó para que se creara un museo dedicado a la actividad textil que hubo en el valle, en tanto que este complejo es el último que queda en pie y prácticamente intacto. El proyecto fracasó por falta de iniciativa política y porque los recursos europeos que se le debían dedicar acabaron por financiar el museo modernista de Can Prunera. Transcurridos unos años, los propietarios concretaron con el empresario Franz Kraus, promotor de Fet a Sóller y Sa Fàbrica de Gelats, recuperar el edificio para darle un nuevo uso industrial. La propiedad reclamó la devolución del 50% del complejo que todavía estaba en manos del ayuntamiento y promovió una modificación del Plan General para adaptar los usos de la fábrica a los que se les quería dar. La iniciativa surgió y en 2014 se iniciaron los trámites para cambiar el PGOU, pero todavía hoy no han concluido. El paso del tiempo acabó con el proyecto de Fet a Sóller, mientras la fábrica languidece y poco a poco se va desmoronando. Tras el último cambio de gobierno en las instituciones autonómicas e insulares, el Consell de Mallorca se interesó en la compra del edificio, pero estas negociaciones nunca llegaron a cuajar.