Desde el exterior, en la estrecha calle dels Toros, su aspecto no es precisamente bucólico. Solo las taquillas y unas vetustas letras con su nombre anuncian lo que es. Los años de indefensión y la escasez de dinero han hecho mella en un coso, en buena parte construido en madera y con capacidad oficial para 2.150 personas (pese a que los días de Sant Agustí solía rebasar las 3.000 con facilidad).

Con 112 años de antigüedad con mayoría de novilladas sin caballos, ya que figura inscrita como plaza de toros de tercera categoría (la de Palma es de segunda), en las fotografías rara vez se ve una Macarena vacía, sino todo lo contrario. La expectación de solo una novillada anual mantenía en tensión a los aficionados locales.

Pero, ¿qué necesita este edificio singular, disimulado entre casas de una sola altura, para reabrir? Una inversión de un 10% de su precio de mercado, es decir, 90.000 euros, administrados en nuevas medidas de seguridad y evacuación, reforzar el piso superior de madera, reducir aún más el aforo y rediseñar las salidas y vomitorios. Demasiado para unas cuantas horas al año. ¿Se podría expropiar?; la respuesta teórica es sí, pero con el matiz de que el alcalde Tauler no quiere problemas jurídicos con el empresario y desistirá de intentarlo. Y más teniendo en cuenta que "después nos tendríamos que comer el marrón de reformarla". La Macarena está dentro del catálogo patrimonial que el ayuntamiento de Felanitx aún no ha aprobado. .